Los Kirchner ya no podrán hacer lo que se les canta

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Figura en ascenso en la UCR, afirma que el Gobierno echa leña al fuego de la crisis institucional en una apuesta irresponsable a \»todo o nada\»; cree, contra la opinión de sus socios políticos, que Cobos no debe renunciar, y se anima a imaginarse presidente.

La Nación – Ricardo Alfonsín no oculta que le gustaría seguir las huellas de su padre hasta instalarse en la Casa Rosada. Pero aclara que "es apresurado hablar de candidaturas" y que, "hoy", se descarta como candidato para 2011. Siente, eso sí, que la Unión Cívica Radical (UCR), de la mano del Acuerdo Cívico y Social, cuenta con enormes probabilidades de recuperar el poder.

Para lograrlo, sin embargo, Julio Cobos se presenta como una pieza atractiva. Quizá por eso Alfonsín contradice al Gobierno y a varios líderes de la oposición. Sostiene que debe continuar en su cargo y acusa a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de "echar más leña al fuego" con sus acciones y sus palabras. Tanto ella como su marido, dice, actúan como jugadores compulsivos. Siempre apuestan, lamenta, "a todo o nada".

Su defensa de Cobos y sus críticas a los Kirchner contrastan con la frialdad con la que alude al futuro del presidente del Banco Central (BCRA), Martín Redrado. Prefiere centrarse en la UCR como "opción de poder", en su propio futuro, y en cómo dejar atrás lo que define como "estigmas injustos": que los radicales no saben gobernar y que no completan sus mandatos.

-¿Redrado debe renunciar?

-Ahora que la Presidenta hizo lo que debía hacer desde un principio, hay que esperar la evaluación de la comisión parlamentaria y esperar que se cumplan todos los trámites. Pero el Ejecutivo también debería derogar el DNU [decreto de necesidad y urgencia], algo que no creo que ocurra.

-¿Y Cobos? ¿Debe renunciar como reclaman el Gobierno y sectores de la oposición?

-No, no debe renunciar. Su permanencia en el cargo no depende de la voluntad del Poder Ejecutivo. Él fue elegido por el voto popular. Por supuesto que se trata de una situación anómala, pero hay que recordar cómo se generó esta situación: el Frente para la Victoria rompió sus compromisos acordados y rompió esa alianza. La renuncia de Cobos generaría un profundo daño a la institucionalidad argentina y a la imagen del país.

-¿Cómo es la relación entre Cobos y la UCR? Le recuerdo que usted planteó que "no se puede hacer campaña estando en la función pública como candidato de la oposición"…

-La relación de la UCR con Cobos es buena, pero puede ser mejor todavía y hay que seguir trabajando para que así sea. Soy un hombre del partido y respetuoso del partido, pero voy a procurar que el partido, al menos en alguna medida, diga lo que yo creo que tiene que decir respecto de políticas de alianza, programas de gobierno, estrategias electorales, en fin… las principales decisiones que hay que tomar de acá a 2011. Entre otras, los nombres de los candidatos, y eso lo va a decidir el partido en conjunto con las otras fuerzas del Acuerdo Cívico [y Social].

-¿Cómo interpreta las acciones y palabras de la Presidenta durante los últimos días?

-Lo que dijo no se ajusta a la realidad, como su decisión de no viajar a China para no dejar a Cobos en el ejercicio de la Presidencia. Cuando Cobos asumió ese rol, lo hizo con responsabilidad. Además, su tono no es el más adecuado para alentar las condiciones que hagan posible una convivencia más respetuosa. La Presidenta le está echando más leña al fuego e, insisto, le provoca un daño al país. Debe dejar de lanzar acusaciones infundadas sobre Cobos o sobre conspiraciones. Eso genera un clima que crispa.

-¿Se aproxima otra crisis de la política en la Argentina?

-Eso es una crisis política, que puede ser una crisis de representación, pero no es lo mismo que una crisis de "la" política, que tiene que ver más con la relevancia, con la capacidad de producir cambios. La política pierde poder como instancia configuradora de lo social a manos de otros espacios de poder que no son democráticos: los grupos financieros, los grupos económicos.

-¿Eso puede deberse también, al menos en parte, a errores de los partidos políticos?

-No creo. Todas esas cosas han hecho que la gente se aleje más de la política y se caiga en un círculo vicioso: la política no puede dar respuestas, la gente se aleja de la política y, al alejarse, debilita aún más la política. Aunque en los 90 hubiéramos tenido el gobierno más transparente y honesto de nuestra historia, los problemas que vivimos desde 2001 estarían igual. Dicho eso, la corrupción, la mezquindad, el oportunismo, la deshonestidad intelectual, el electoralismo, van alejando más a la sociedad de la política.

-¿Y cómo lidia con el reclamo social para que la política se renueve?

-Trabajo para eso, pero no para una renovación banal, meramente cronológica. Hay que cambiar cosas muy profundas en la política. Después del 83, los partidos no fuimos capaces de adaptarnos a las nuevas realidades y desafíos que suponía la democracia. Estábamos adaptados a luchar contra las dictaduras. Tenemos que garantizarle a la sociedad que estamos en condiciones de formular las propuestas para resolver los problemas que padecemos. En Estados Unidos, por ejemplo, la derecha invirtió 4000 millones de dólares en think-tanks durante los últimos 10 años. Eso es algo con lo que debemos contar: fundaciones, institutos de investigación, que funcionen de manera permanente e intervengan en el debate público y formen cuadros técnicos.

-¿Por qué cree que Aníbal Fernández lo señala como "presidenciable"?

-No tengo la menor idea. Será porque lo conozco y tendrá una buena idea de mí como político.

-¿Se ve como "presidenciable", dada su imagen positiva?

-La imagen positiva es una cosa, la intención de voto es otra. Yo no encargué esas encuestas. Sinceramente, estoy muy agradecido y hasta me supone una carga mayor en términos de responsabilidad. Pero estoy dispuesto a asumir y a hacer lo que el partido diga que tenga que hacer. No soy un hombre que haya encarado la política pensando "voy a hacer esto, después esto y después aquello". Tengo vocación de poder, pero la coloco fundamentalmente en el partido y en las ideas.

-¿Se ve compitiendo en 2011?

-No… Es apresurado hablar hoy de candidaturas. Tenemos que hablar de programas de gobierno.

-No me lo está negando…

-¿Hoy? ¿Hoy candidato en el 2011? Se lo niego. Hoy no me veo candidato en el 2011.

-¿Se siente más representativo de la UCR que Cobos, dado que él entró y salió del partido, mientras que usted se quedó?

-En todo caso, me puedo sentir tan representativo como todos los que se quedaron. Si algún grado de representatividad mayor tengo en la UCR no es por haberme quedado, sino por el apellido.

-¿Se siente más próximo a una candidatura por la gobernación de Buenos Aires, como deslizó Lilita Carrió?

-Yo creo que cualquier político siente una vocación, aspira a transformar la realidad en la dirección que él cree, y esa transformación se hace desde la Presidencia de la República, no desde una gobernación.

-Me está diciendo que se siente más cerca de una candidatura a la Presidencia…

-[Interrumpe] Si tengo que elegir entre Presidente y gobernador, sin perjuicio de que haga lo que me diga el partido, elijo la Presidencia porque desde allí se puede trabajar con mucho más alcance y calado por modificar la sociedad.

-Le planteo entonces lo mismo que antes le plantearon a su padre y a Barack Obama en Estados Unidos: ¿Por qué debería confiar el electorado en alguien que nunca ocupó un cargo ejecutivo previo?

-Porque hay un… tenemos que aclarar que… eh… un Presidente no es fundamentalmente un administrador. Los administradores son quienes van a ejecutar las políticas. El Presidente tiene que ser un hombre que sepa medir la relación de fuerzas, trabajar para alcanzar los consensos, interpretar por dónde vienen las demandas de la sociedad, comprender los problemas fundamentales. Alfonsín nunca fue un administrador, pero fue el mejor presidente.

-¿Se imagina al electorado votando, desde el retorno de la democracia, a dos Kirchner y a dos Alfonsín?

-Sí, ¿por qué no? ¿No votaron a Frei en Chile? [Por Eduardo Frei Montalva, presidente entre 1964 y 1970, y su hijo, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, presidente entre 1994 y 2000 y candidato perdidoso en el último ballotage.] No lo he pensado nunca, pero creo que sí. Dependerá de lo que seamos capaces de demostrar como partido y yo algún día si soy candidato. Claro que sí.

-¿Pero está por tirar su sombrero al ring para el 2011?

-No, no, no. Yo digo que voy a hacer lo que el partido diga que debo hacer y voy a tratar de influir en lo que el partido diga. Pero no se me pasa hoy por la cabeza ir a disputar la candidatura de 2011 porque creo que tenemos que discutir otras cosas en el país. Ya presenté ocho proyectos, pero nadie me da pelota cuando hablamos de la agenda parlamentaria: sobre jubilaciones, la transferencia automática de fondos a las provincias, la entrega de una computadora para cada chico…

-¿Cree que la UCR puede ganar la Presidencia en 2011?

-Sí, estoy convencido. Si fueran hoy, están ganadas. Pero no son hoy y hay que trabajar mucho. El proceso de recuperación del partido y las chances del Acuerdo Cívico dependen de lo que hagamos nosotros de acá en adelante. Se trata de un proceso abierto.

-¿Puede ganar la UCR sola, sin el Acuerdo Cívico?

-Sería mucho más difícil. Sería de una gran irresponsabilidad no comprender que la Argentina necesita construir una alternativa racional, democrática, que sea capaz de vencer a cualquiera de las versiones del justicialismo en el siguiente mandato. No sólo para reparar el daño institucional que sufrió la República, que es una tarea fundamental. El Gobierno no parece comprender que es imposible resolver la pobreza, que es el principal problema que tenemos los argentinos y causa de los demás problemas, si no contamos con gobernantes y dirigentes que sean escrupulosamente respetuosos de las instituciones. No hay país, en el sistema capitalista, que pueda progresar sin respeto a las reglas de juego. Los Kirchner no entienden la relación que hay entre instituciones y posibilidad de progresar. Pero creo que sí la mayoría de la sociedad.

-¿Puede la UCR dejar atrás su estigma de mandatos inconclusos? Illia, Alfonsín, De la Rúa…

-También ese estigma pesa sobre el peronismo… El estigma es que nosotros no somos buenos gobernantes. Ese es un prejuicio que no se sostiene, pero los prejuicios son muy difíciles de desterrar. Pretender atribuir esa suerte de "genética" a la UCR sería una metáfora antropomórfica insostenible.

-Le redoblo la apuesta: hay otro "estigma" del radicalismo que consiste en que les gusta pelearse más entre ustedes que…

-[Interrumpe.] Ese es otro estigma de una sociedad poco democrática. Cuidado de los partidos en los que no discuten. Muchos de los errores que comete este Gobierno es porque no debate, porque cuatro o cinco resuelven las cosas sin la opinión de quienes pueden pensar diferente. Ahora, si los argentinos todavía tenemos una cultura que cree que el debate y la deliberación son elementos negativos en una organización partidaria, tenemos que hacer algo para que comprendan que eso es muy importante. Por supuesto, nunca puede estar la interna por encima de la discusión de la cuestión general. Eso es una patología. Y el estigma de que no sabemos gobernar tiene una razón histórica. A nosotros nos tocó gobernar en contextos mucho más complejos que los del peronismo. Hoy, la Argentina sería otra si al radicalismo le hubiera tocado gobernar en contextos como le tocaron al peronismo. No es que no sabemos gobernar; hemos tenido mala suerte. Nos tocó gobernar en momentos difíciles y el peronismo ha tenido buena suerte y le ha tocado gobernar en períodos más benévolos y se ha especializado en perder oportunidades.

-¿Cómo imagina los próximos dos años?

-Soy optimista y estoy preocupado. Optimista porque creo que la elección del 28 de junio obliga a dialogar a la dirigencia, si no por virtud, por necesidad. Y existe una vinculación estrecha entre la posibilidad de resolver los problemas y el consenso, y no hay consenso sin diálogo.

-En agosto, usted dijo que "los Kirchner perjudican sus propios objetivos al no consensuar"…

-[Interrumpe.] Sí, claro.

-¿Pueden los Kirchner cambiar esa impronta?

-Los Kirchner juegan a todo o nada. Y esto les parece principista. Es como cuando en los 80 había algunos que decían "Justicia para todos o que perezca el mundo". Pero si perece el mundo, ¿para qué querés Justicia? Eso puede parecer principista, pero es absolutamente irresponsable y si le preguntás a quienes representás: "¿Querés que juegue a todo o nada?", te van a responder: "No, jugá hasta donde puedas y vamos progresando de a poco en el tiempo". Creo que les va a costar cambiar de actitud. Va a ser muy difícil de acá en adelante. Pero lo que no van a poder detener es este cambio cultural que se ha producido, con una valoración distinta respecto de las instituciones, del federalismo, de la independencia de los poderes. El diálogo tenía mala prensa, pero el diálogo es valioso entre quienes piensan distinto; si no, no representa nada. Estos cambios nos permiten ser optimistas respecto de 2011.

-¿Ve a los Kirchner con chances de retener el control del PJ hasta 2011 o más allá?

-No. Creo que en la medida en que vean que se reducen sus chances de ganar en 2011 se va a empezar a desarmar el kirchnerismo y, aunque se queden con el sello [del PJ] en una primera etapa, todos los peronistas se van a reagrupar y me parece que será por derecha. El peronismo se siente más cómodo en la derecha y debe incorporar más elementos republicanos a su identidad.

-Usted afirmó que los Kirchner intentan "victimizarse como lo hacía Menem". ¿Aumentará esto a medida que pierdan poder?

-Sí, claro. Nosotros en el 83 sufrimos amenazas todos los días. Yo las he atendido [por teléfono]. Pero nadie las contaba. Pero bueno… los Kirchner ya no podrán hacer lo que se les canta. No van a poder hacer más lo que hacían hasta ahora: imponer cualquier decisión sin tener en cuenta la opinión de los demás. ¿Eso es perder poder, es debilitarse? Creo que no, es la condición ideal para avanzar en la solución de los problemas. Yo creo que la Argentina no se resuelve sin un nuevo acuerdo.

© LA NACION

MANO A MANO

La sombra de su padre lo sobrevoló todo. En parte porque Ricardo Alfonsín habló de él. A veces lo llamó "papá"; otras, "padre"; otras más, "Alfonsín". Fue una sombra recurrente, alentada además por las inflexiones de su voz y sus gestos, idénticos a los del ex presidente, y porque la entrevista se concretó en el legendario departamento de la Av. Santa Fe, porque a "Ricardito" -como muchos lo llaman- le gusta sentarse en el sofá de su padre.

Primero afirmó que la comparación inevitable nunca lo preocupó, pero luego reconoció que una de las causas para su ingreso tardío en la política, a los 46, se debió a eso. "Algunos a los que he tenido que enfrentar se preguntaban si lo mío era vocación hereditaria o vocación verdadera", comentó. "Tenía miedo de que dijeran que yo había querido utilizar una circunstancia personal para hacer carrera". Algo que, en efecto, muchos le enrostran.

Los hijos de grandes figuras suelen recorrer caminos muy disímiles de los de sus padres sólo para evitar las comparaciones; los menos escogen la misma senda con la meta de, quizá, superarlos. Este Alfonsín es de estos últimos. Su alusión a los Frei -padre e hijo presidentes de Chile-, en un ida y vuelta veloz, lo dejó traslucir: no fue una ocurrencia del momento sino algo que tenía -y tiene- in péctore.

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