La agenda de la UCR es la de la realidad
Por Ricardo Gil avedra, Presidente del Bloque de Diputados Nacionales (UCR).
En la inauguración del año legislativo la Presidenta volvió a pedir ayuda para su gestión y, casi maternalmente, volvió a insinuar que las fuerzas de oposición deberían intentar generar una agenda propia, en lugar de seguir los dictados de las corporaciones de medios. Este recurso presidencial no por gastado y falso deja de ser repetido hasta el hartazgo por el oficialismo, por cadena nacional, en la blogósfera rentada, y hasta en la televisión pública por periodistas que hace rato eligieron dejar de serlo para mudarse al mundillo de la propaganda.
Hay una agenda radical, mal que le pese a la Presidenta, y es constructiva y seria.
Nadie dejó nunca de ayudarla o de avalar medidas como la asignación por hijo, el reclamo por las Malvinas o la investigación de los crímenes del terrorismo de Estado. Miente si dice estar sola en esos frentes. No hay ningún CEO oscuro detrás de las decisiones políticas del partido que integro, hay cien años de historia y de militancia, y ella lo sabe.
El problema es que para la Presidenta resulta más fácil confrontar con algunos periodistas que con la oposición. Los medios no ofrecen la resistencia real que le ofrecen otras fuerzas políticas ancladas en sus bases y por eso elige desafiar a un fantasma. En el ejercicio argumental se llama a eso un espantapájaros. Para fingir un argumento victorioso sirve pelear contra enemigos virtuales, tan frágiles como un hombre de paja.
Por ello, eligió otra vez a los medios y prefirió no hablar de su vice Amado, su testaferro, la mujer y la imprenta. Se olvidó también de Jaime, De Vido, de los trenes, de la carta de la familia de Lucas, de nuestros gendarmes espías, de Tinogasta, del cianuro, de los jueces que anulan o prescriben los casos de corrupción, de los cientos de pedidos de informe que aguardan su repuesta, del hotel en Calafate, de las cifras crecientes de consumo de cocaína, de los chicos hoy sin clase, de los presos en malas condiciones, de los auditores que piden prórrogas y juegan a la escondida, de la ley antiterrorista, del Indoamericano idéntico…
Tampoco habló de otras muchas leyes que importan y mucho y cuya sanción el oficialismo traba sistemáticamente. Olvidó el proyecto de acceso a la información, por ejemplo, a pesar incluso de que el Plan Fénix pidió su sanción. No habló de la reforma procesal penal, ni del régimen penal de menores, ni de las iniciativas dirigidas a facilitar créditos a la vivienda, ni la limitación de los decreto de necesidad y urgencia, ni sobre el reparto de publicidad oficial, ni los relativos a programas de energía sustentable, ni de aborto.
No habló de nada realmente complicado.
Y tampoco dedicó un segundo a los mecanismos de control parlamentarios que el oficialismo destrata cuando dice que va por todo. Nada sobre los informes de la Auditoría General de la Nación, nada sobre las ausencias de informes al Congreso por parte del Jefe de Gabinete o de los ministros.
Cristina plantea así una opción ficta entre el apoyo faldero a su figura, o la agenda de los medios. La realidad, por suerte, es más rica que eso.
Tenemos el sistema de transporte que tenemos, porque tuvimos y tenemos los funcionarios que tenemos, no porque lo diga un zócalo. Y los billetes se imprimen con los amigos del poder, porque el vicepresidente es quien es, y no fue nombrado por ningún canal privado de televisión. Los medios no inventaron eso. Ni nosotros definimos nuestros valores y prioridades por lo que digan los medios, sino por lo que sinceramente entendemos es justo para la realidad de nuestro país. Ésa es nuestra manera de ayudarla.
