Nuestra sociedad todavía tiene miedo.
Entrevista exclusiva con la jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Carmen María Argibay, extraída de EscenariosAlterntivos.org
Carmen María Argibay es la primera mujer en alcanzar un sitio en la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Ya había sido la primera Secretaria de la Cámara del Crimen cuando fue detenida en forma ilegal por la dictadura el mismo 24 de marzo de 1976 y privada de su libertad, por nueve meses, en la cárcel de Devoto. Luego de ese encierro se la echó del Poder Judicial al que retornó en 1984 como jueza a cargo del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de Sentencia de la Capital Federal. Desde entonces –y desde siempre -, en sus fallos, dichos y otras acciones públicas, se la puede considerar como una militante del humanismo, una mujer que sostiene posturas polémicas con mucha convicción y valentía.
El cigarrillo ha mellado su salud y este año hubo de ser internada por una dolencia pulmonar. Con gran generosidad recibió a Escenarios Alternativos en su oficina del Palacio de los Tribunales, luego de esperar en una antesala a que una enfermera le dispensara unos cuidados diarios de rutina. Nuestra charla comenzó con una reflexión de la doctora Argibay acerca del valor de las instituciones y la relación entre el respeto a las leyes y el progreso social.
Carmen Argibay: No es habitual que haga declaraciones de fe. Sin embargo, en este caso voy a ensayar una: “Creo en el estado de derecho y creo que la mejor forma que ha encontrado el hombre para convivir es la democracia y que como toda construcción humana es perfectible. Una de las maneras importantes de mejorarla es afianzar y perfeccionar las instituciones porque de ese modo los ciudadanos tienen mayores garantías, mejores medios de vida y además, cuando una democracia funciona bien – esto es cuando los tres poderes funcionan en forma balanceada- la sociedad mejora y eso se traduce en buenos índices de desarrollo humano, de salud, y sobre todo de educación, porque sin ella falta una condición esencial para que vivamos en un estado de derecho.”
Escenarios Alternativos: ¿La educación parece ocupar el centro de sus reflexiones?
CA: Siempre insisto en que el país debería volver a ocupar el lugar de privilegio que ostentaba hace años en el contexto latinoamericano. La educación es el pilar de la democracia y por ende de la calidad de las instituciones que la sostienen. Dicho de otra manera, la mayoría de los problemas que tenemos se deben al deterioro educativo, que no es responsabilidad de quienes ocupamos lugares de decisión en la actualidad, sino que es la secuela de la larga serie de golpes militares que ha sufrido la Argentina y cuyo primer objetivo fue siempre deteriorar la educación y atacar a la Universidad como primer blanco. Los primeros en sufrir el exilio, la cárcel, la muerte o la desaparición fueron educadores, porque aquellos que piensan y hacen pesar son peligrosos para los regímenes que quieren moldear las cosas a su antojo. Desde el golpe de 1930 hasta el de 1976 la educación se ha resentido y se ha venido abajo. Nuestra tarea fundamental es recuperarla porque sino los problemas seguirán allí.
EA: ¿Uno de esos problemas a los que Ud. alude es la inseguridad?
CA: Por supuesto. Miles de chicos para los que hoy se pide la baja en la imputabilidad, nunca han ido a la escuela, han vivido en entornos violentos y no han aprendido otra cosa que reproducir esa violencia. No podemos olvidar que según la Convención Internacional de los Derechos del Niño, hasta los dieciocho años, se es niño. ¿Cómo podemos pretender imputar a un niño que es una persona en formación, determinados hechos?. La Argentina ha firmado esa declaración, de modo que la edad de imputabilidad no puede bajarse. Por el lado práctico, bajar la edad de imputabilidad no sirve para nada, hoy se pide esa medida y mañana terminaremos imputando a niños del jardín de infantes. Lo que esos niños necesitan es educación, el amor y el cuidado que no han tenido.
Un primer paso para entender el problema es hacernos cargo de que esos chicos “no cayeron de Marte”, que son nuestros, son parte de nuestra sociedad. Y si tienen fallas es culpa nuestra, de los adultos que, además, les hemos dado un mensaje nefasto: “Somos en la medida que tenemos”. Tener las zapatillas de una marca, el jean de tal otra, artículos electrónicos, etc., son el vehículo indispensable para ser “alguien”. Ese mensaje permea todas las clases sociales. El chico de clase alta puede acceder sin problemas, el de clase media lo consigue llevando a sus padres a hacer un gran sacrificio, y el de clase baja, que no tiene ninguna posibilidad de acceder a esos bienes, se pregunta: ¿porqué yo no puedo tener lo mismo que ellos? Entonces, encuentra la manera de procurárselos aplicando lo que ve todos los días a su alrededor, es decir, robando.
Luego, en su carácter de tabula rasa de valores, matan, porque ellos piensan que su propia vida no vale nada, por lo tanto la vida de los demás tampoco. Este es nuestro problema, no los hemos educado en los valores fundamentales de la vida, de la honestidad, del trabajo y el respeto, son hijos de una sociedad hipócrita.
EA: Esto que Ud. explica con tanta claridad no parece ser lo que la sociedad está esperando escuchar, a juzgar por la recepción que tiene en ella el discurso represivo/punitivo. ¿A qué cree que se deba esto?
CA: Se debe a que la sociedad tiene miedo y el miedo es el peor consejero que se puede tener. Todavía existe un importante reflejo del miedo en nuestra sociedad, pese a los 25 años de democracia que hemos transitado. Como ejemplo de esto quiero relatar una experiencia reciente. Me encontraba en Tucumán dando una conferencia en momentos en que estaba por comenzar el juicio contra el represor Bussi. Luego de la disertación recorrí la ciudad y pasé por el frente de un cuartel en el que se me informó que allí se encontraba preso el mencionado ex “amo y señor” de la vida y la muerte en Tucumán durante la última dictadura y percibí que cada vez que se menciona su nombre la gente temblaba. ¿Cómo puede ser que un anciano sin poder de mando y enfermo pueda causar esta sensación temor? Esto pasa porque el miedo esta hondamente calado en nuestra sociedad que, asustada, busca poner la responsabilidad de la inseguridad que vive, afuera, en el otro.
Algunos periodistas me dicen que la responsabilidad de la situación es de nosotros, los jueces. Y yo les digo que esto no es así, que los jueces actuamos sobre los hechos consumados para reparar y castigar, que poco podemos hacer en cuanto a las causas que originan esas conductas delictivas.
EA: En cuanto a los juicios de lesa humanidad como el que se le siguió a Bussi, hay quienes propician adaptaciones a la normativa procesal para hacer más eficaz la persecución penal ¿Ud. cree que hoy estamos jurídicamente bien dotados para avanzar en el tema?
CA: Creo que estamos jurídicamente bien provistos. En lo que estamos muy mal dotados es en infraestructura y recursos materiales y humanos para poder avanzar. Sin ir más lejos: no tenemos jueces. La ciudadanía nos pide celeridad y el Poder Judicial carece de jueces para hacerlo, hay vacantes sin cubrir, faltan nombramientos y existe una cantidad de jueces interinos que actúan con cuidado porque saben que pueden ser desplazados en cualquier momento. A raíz de esto La justicia se hace lenta y ya sabemos: “la justicia lenta no es justicia.”
EA: ¿De quien es la responsabilidad sobre la designación de los jueces?
CA: Existen varios factores. El método de designación de jueces por parte del Consejo de la Magistratura es muy lento, o ese organismo lo lleva lentamente: el análisis de los antecedentes; el concurso de oposición; la evaluación; el envío de la lista al Ministerio. El Ministerio se toma un mes para “colgar” los curriculum en la web y esperar impugnaciones. De allí a la Secretaría Legal y Técnica de la Presidencia en donde Ricardo Zanini “duerme el sueño de los justos” sobre el decreto que debe enviar al Senado. Luego, la cámara alta repite todo el procedimiento descripto. Esto implica que se tardan dos años entre la vacante y su llenado. Para agravar el cuadro, podemos observar que sin aumentar el número de jueces se ha incrementado la población y la litigiosidad. Esta última porque existe una creencia extendida de que todo es judiciable, desde un problema entre vecinos, hasta un reclamo por un servicio mal prestado. En muchos casos, hasta existe un afán de que los pleitos más nimios lleguen a la Corte, transformándose en un receptáculo en el que se acumula una increíble cantidad de “idioteces” a las que tenemos que decir que no, pero para eso hay que leerlas y perder mucho tiempo que podría estar destinado a los casos importantes.
Por otro lado, carecemos de computadoras y demás materiales para el trabajo. Tampoco hay espacios físicos acondicionados para llevar a cabo los procesos. En los tribunales de Comodoro Py hay una sola sala adecuada que se hizo para el juicio de la causa de la AMIA y es la que se está utilizando en la actualidad para los juicios de lesa humanidad. Pero es la única para todos los tribunales.
Para paliar esta situación, propuse en una sesión de acuerdo de la Corte, que se acondicionara la sala que existe en este Palacio de Tribunales y que tiene toda una historia porque fue el escenario en el que se llevó a cabo el juicio a las Juntas Militares. Hacía falta colocar en esa sala un vidrio blindado para separar al público de los funcionarios públicos y los acusados, una prevención que se toma en toda la experiencia internacional en la materia. Esto se pudo hacer porque dependía de la Corte, en los demás casos depende del Consejo de la Magistratura que, dicho sea de paso, debería “ponerse las pilas” para avanzar en esta materia.
En medio de la reforma que les menciono, surgió el pedido de llevar a cabo el juicio por Cromagnon en esa sala. Un juicio que tiene sus bemoles. Cuando accedimos nos topamos con el problema de que los querellantes “no querían estar separados por un vidrio”, pedido al que no accedimos porque somos responsables de la seguridad de todos. Imagínense que puede pasar en una sala a la que se accede sin ningún tipo de revisación, porque a este Palacio se entra sin siquiera mostrar un documento o mostrar que se lleva en un bolso.
EA: Retomando el asunto de la criminalización de la niñez. En el período democrático ha hecho irrupción esta generación de “niños sin futuro”. Sin embargo, muchos políticos tienen un discurso que reaviva ese miedo al que Ud. alude ¿Qué autocrítica debería hacerse?
CA: Esta es una sociedad que no sólo vive con miedo, también es muy hipócrita. Días atrás me impresionó la tapa de la revista veintitrés, en la que estaba “La capitana” María Remedios del Valle, “la madre de la patria”, tal como la mencionara Manuel Belgrano en su campaña al Alto Perú. El general Viamonte la encontró un día en la calle mendigando y, de inmediato tramitó una pensión para ella. Ese pedido fue aprobado y se nombro una comisión encargada de componer una biografía de Maria Remedios del Valle, con su posterior publicación en los periódicos y presentar el diseño y presupuesto de un monumento en su honor. Nada de eso ocurrió. Mujer y morocha, murió en la pobreza extrema y olvidada por un país misógino, racista e hipócrita, si los hay. Nuevamente, la única solución para revertir esto es más y mejor educación y el proceso democrático actual aún no le ha dado la importancia que la educación tiene, no se ha metido con su transformación y con los nuevos problemas, tales como la desescolarización creciente.
Por otro lado me gustaría que los docentes no tuvieran que ir a la huelga para hacer respetar sus derechos, pero esta sociedad hipócrita considera que la docencia es un sacerdocio, y como tal, ha de ejercerse con abnegación y altruismo. La docencia es una profesión y de las más importantes, que necesita profesionales aptos y bien pagos cuya preocupación sea educar para un país mejor.
EA: ¿Cuál es el rol de los planes sociales para integrar a los niños que han abandonado la escuela o que jamás pensaron –ni sus padres- en ir a ellas?
CA: No sé sobre los planes sociales, por ejemplo, en el conurbano bonaerense. Sé que días atrás, a la Procuradora General de la Provincia de Buenos Aires, María del Carmen Falbo se la quisieron comer cruda porque dijo cosas similares a las que yo pienso: estos niños no vinieron de Marte, los hicimos nosotros. Si nosotros somos violentos ellos también lo serán, les hemos enseñado mal, no son responsables de su situación, somos nosotros. Si disminuimos la edad de imputabilidad no lograremos nada. En poco tiempo va a surgir el clamor para volver a reducirla.
EA: La crisis económica mundial que se cierne hoy tendrá consecuencias para una sociedad ya castigada como la nuestra ¿Qué pueden esperar los trabajadores con relación a la protección de su derecho al trabajo?
CA: Los jueces, algo podremos hacer, porque seguramente habrá juicios por despido y nos abocaremos a ellos. Pero siempre actuamos sobre los hechos porque todavía en nuestro país no tenemos acciones de clase –aunque cierta interpretación del artículo 43 de la Constitucional Nacional podrían dar pié a ellas- que nos permitan agilizar los trámites. Hoy tenemos que resolver de a uno, aunque los casos sean similares, acotando las posibilidades. Superar esto, con las acciones de clase, sería un paso importante.
EA: Según el gobierno, esta crisis lo ha llevado a proteger los ahorros previsionales del régimen de capitalización individual, mediante la eliminación de ese sistema y la consolidación de un único sistema solidario y universal de reparto. ¿Qué prevé que ocurrirá cuando los afiliados a las AFJP, eventualmente reclamen la propiedad de los depósitos?
CA: Yo no puedo hablar de eso porque este tema lo vamos a tener acá muy pronto, este es otro “corralito” que se nos viene encima, un tsunami sobre el que no puedo prejuzgar.
