La educación no es prioridad para la Ciudad
Por Claudia Guebel
Es cierto que la inversión en educación es mayor que en otras áreas, pero está por debajo de los promedios históricos de distintos gobiernos.
A partir de 1996, y como consecuencia del traspaso de los servicios educativos desde la Nación, la inversión en materia educativa en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se incrementó entre el 5 y 8 por ciento.
Durante el decenio anterior, la Ciudad se constituyó en la tercera jurisdicción del país en función de los fondos que asigna al sistema. La aseveración de la vicejefa de Gobierno Gabriela Michetti acerca de las prioridades de su administración puso de manifiesto la importancia del espacio público.
Es paradójico, pero los porteños seguimos siendo privilegiados en materia educativa.
La administración encabezada por Mauricio Macri destinó durante 2008 el 25 % de la masa de los recursos públicos de la Ciudad al gasto educativo. Nada mal, si se lo compara con la suerte que corrieron otras áreas de gobierno: Salud (19.41%), Ambiente y Espacio Público (12.52%), Desarrollo Urbano (7.63%), Desarrollo Social (6.34%) y Cultura (3.69%).
Si bien el Ministerio de Educación resultó altamente favorecido, la inversión educativa resulta claramente insuficiente a la luz de la tendencia histórica que la Ciudad alcanzó a lo largo de distintas administraciones. Desde 1991 en adelante, la inversión promedio en el sector fue del 30 % del gasto público.
A pesar de vivir en la ciudad con la mayor inversión del sistema educativo de gestión pública-estatal por alumno, algunos encumbrados funcionarios aún no recalaron en las prioridades de la gestión de la cual son parte. Una curiosidad, frente a la fuerte impronta marketinera que rodean las acciones de gobierno.
La sucesión de conflictos suscitados alrededor de las becas estudiantiles, la racionalización del gasto de viandas y comedores escolares y supresión de fondos de cooperadoras, entre otros, son la resultante de incapacidades políticas, no técnicas, para resolver cuestiones estructurales. La bonanza del índice de inversión educativa no alcanza para verse reflejada en los modestos salarios docentes.
La explicación de este singular fenómeno puede atribuirse a una serie de factores: una planta docente muy antigua; existencia de numerosas instituciones educativas de modalidad de jornada completa; diversidad de los servicios educativos implementados en múltiples programas de educación formal y no formal, fuera del horario de clases.
¿Existen las capacidades técnicas suficientes para establecer cuántos son los docentes que se encuentran al frente del aula, cuántos con goce de licencia médica, cuántos con licencia gremial?
¿Es suficiente su número para atender la población escolar? La prioridad es asegurar homogeneidad de la calidad educativa en las zonas ricas y pobres de la ciudad. ¿Son iguales los contenidos curriculares que reciben los alumnos en los barrios de Villa Lugano y Barrio Parque? Capacitación y salarios decentes son claves para la inclusión social en un mundo competitivo y complejo.
