La democracia en una hora difícil
La debilidad del Estado y la necedad del kirchnerismo se cobran una nueva vida. Factores y causas de una forma de hacer política que se agrava y coloca a la democracia en constante retroceso. La sucesión, ese eterno problema peronista. Por Escenarios Alternativos.
EscenariosAlternativos.org – “Este gobierno no cede ante las corporaciones” es una frase re manida del matrimonio presidencial, preconizada hasta el hartazgo para atacar a aquellos grupos de interés, o simplemente a sus enemigos, con el fin de justificar sus acciones o defender su proyecto de poder. Así, las “corporaciones” de medios, la judicial, la de empresarios, de militares y de oligarcas del campo, entre otros, fueron siendo el blanco predilecto de turno, en tanto contrariaran la voluntad de los Kirchner. Al igual que con la 125 con la que el peronismo gobernante trazó la diferencia entre piquetes buenos y malos, parecería que también hay corporaciones buenas y malas. Ese límite lo traza el capricho presidencial.
Los episodios recientes han puesto de manifiesto la ligazón estrecha entre los habitantes de la Casa Rosada y las corporaciones. Con la ley de glaciares, en favor de las corporaciones mineras; con las empresas privatizadas de servicios públicos, mediante un nada sustentable y turbio esquema de subsidios; con sindicatos/empresas a los que favorece a cambio del poder de choque que les da la movilización de multitudes, en un sistema en donde “el control de la calle” es un principio inveterado para el matrimonio que viste con un halo épico las movilizaciones nacionales y populares.
La combinación de estos factores, junto con la combatividad que la izquierda le ha conferido a los sectores excluidos de la agenda de gobierno, suscitaron los hechos trágicos del 20 de octubre. La negociación corporativa ha modelado el sistema de poder que utiliza a los partidos y alianzas electorales sólo como forma de afrontar la hora de las urnas, pero no como un sistema de deliberación útil para canalizar el conflicto de intereses. Ese modelo corporativo –clásico del peronismo- se asienta hoy en el perimido esquema sindical peronista, las empresas que en los ’90 se quedaron con los servicios públicos y una lógica que no admite el disenso. Seguramente, cuando la presidente se refirió al “crimen mafioso” de Mariano Ferreyra, cometió un “sincericidio”. Porque sabía que la bala provenía de un arma empuñada por un “gordo”, pese a que se montó una torpe campaña para endilgarle a Eduardo Duhalde, quien ya cuenta en su haber –junto con Aníbal Fernández –con los dos militantes piqueteros muertos, también en Avellaneda.
Es un mal presagio para la campaña electoral del 2011 en ciernes, que a este crimen le haya antecedido la amenaza de Hugo Moyano a Julio Cobos, respecto de “sacar a Pablo y a los pibes a la calle” si el “traidor” llegara a alcanzar la primera magistratura. O que todos los conflictos se diriman con métodos de acción directa como los sitios a empresas o la toma de instituciones públicas. No es ocioso repetir que desde 2001, el sistema político no se ha recuperado y la calidad de la democracia, en consecuencia, ha caído, generando algo preocupante: nuevas hornadas de militantes descreídas de ese sistema. Porque convengamos que ni los representantes de los obreros tercerizados del ferrocarril, ni las patotas de granujas sindicales –tal como en la década del ’70 – obran según valores democráticos, a los que, ciertamente, desprecian.
El conflicto permanente
Si la política es tensión y esa tensión es producto del conflicto, es un interesante ejercicio revisar el comportamiento de los Kirchner ante él. Cuando el problema no acarrea un perjuicio directo a sus intereses – como el inicio del conflicto por las pasteras uruguayas – han optado por adherir, alentar y mantener el conflicto latente, aunque afecte al bien común. Cuando sus intereses se ven amenazados – la 125; Ley de medios; cambio del sistema previsional, etc.- se tornan inflexibles.
También alientan conflictos, como el de la educación en la Ciudad de Buenos Aires, con la intención de “limar” a Mauricio Macri, hasta que se les vuelve en contra como cuando, hace diez días, los militantes de izquierda de la FUBA tomaron el palacio Pizzurno y la presidente dio la orden al ministro de la cartera para que “satisficiera” las demandas de los estudiantes, unos pocos millones en relación al presupuesto que el gobierno maneja. De ese modo la derrota se nota menos y se evitan los canales institucionales.
Lo mismo pretenderá ahora con el caso Ferreyra, envió al único ministro que ha acompañado a los Kirchner desde el 2003 – no casualmente Carlos Tomada está ligado a la CGT- a “blanquear” a los empleados ferroviarios en conflicto y, por otro lado le reclama a su socio político José Pedraza que alguien se haga cargo del asesinato.
En cualquiera de estas variantes el matrimonio santacruceño ha impuesto un esquema de gobernabilidad que depende de ellos, dejando en claro que – como advirtió su aliado Moyano- la misma paz social descansa en su voluntad y que el conflicto se dirimirá en las calles, si es necesario. La variante Hugo Yasky quedó en el camino y sólo disponen del eterno y desconfiado Moyano como lugarteniente.
La sucesión
“Ahí tienen el muerto que querían”, sentenció Cristina Fernández, sin aclarar “quienes”, pero seguramente teniendo en mente la suerte de Eduardo Duhalde, al que también nombraron para cerrar la trama inconsciente que se asocia a la derrota. En vistas de la misma el peronismo ha entrado en un proceso de deliberación para buscar el recambio, tanto del lado de los “disidentes”, como del núcleo del gobernador Daniel Scioli y los intendentes “jóvenes” del conurbano bonaerense, conocidos como el ”grupo de los ocho”. Hace quince días, en Municipio de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino los convocó, junto a Gerónimo Venegas, sindicalista opositor a los Kirchner e integrante de la agrupación capitalina Rumbo Justicialista. El tema fue el peligro de perder la elección del 2011 si el PJ va dividido, a manos de los ahora competitivos radicales, que encabezarían una fórmula integrada por distintas fuerzas políticas. Terminada la reunión, se concluyó en una “fórmula de unidad” atractiva en los papeles, pero de difícil concreción: Daniel Scioli presidente, Sergio Massa gobernador, Francisco De Narváez senador nacional, Felipe Solá presidente de la Cámara de Diputados, y Eduardo Duhalde que proponga al candidato a vicepresidente y el candidato a vicegobernador. Un verdadero “dream team” que dejaría de lado, tanto las colectoras e inventos electorales, como las aspiraciones de Kirchner.
En este planteo el ex presidente aparecería bendiciendo el acuerdo, a cambio de que nadie lo molestará cuando salga del poder. Por el otro lado, la Liga de Gobernadores ya ha decidido jugar su propio juego, adelantando las elecciones en varias provincias peronistas, para evitar el lastre del “efecto Néstor o Cristina”. El último en anunciar esto fue José de la Sota, horas antes de que a Néstor le diera el soponcio.
La dura derrota legislativa por la ley del 82% móvil, también mostró la dispersión de la tropa kirchnerista. Miguel Pichetto, enojado porque no tiene el aval para ser candidato a gobernador de Río Negro, se mostró remolón para ordenar a los senadores. Apenas alcanzó su muñeca para que Julio Cobos tuviera que desempatar, una forma de generar la atención en esta nueva “traición” y no sobre el primer veto de la presidente a un asunto tan sensible, sobre todo, a un importante núcleo de votantes que se han inclinado por los Kirchner en las últimas elecciones.
