El fruto del saber y la producción coordinados
Por Mario Barletta, presidente de la Unión Cívica Radical.
Clarín – Producir girasol, trigo o soja es una cosa maravillosa … para el que la puede cultivar, claro. Cuando hay sequía o las tierras tienen mucha salinidad, los productores tienen dificultades, pierden cosechas o producen con muy poco rendimiento. ¿Cómo lograr una semilla para condiciones adversas? ¿Podía haber una “semilla para todos”? Esa pregunta nos hicimos hace más de 10 años en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), cuando siendo rector convocamos a investigadores de distintas universidades para resolver problemas que afectaban al país. La incorporación de la Prof. Raquel Chan al plantel docente de la UNL dio inicio a una investigación que llevaría casi una década y hoy es motivo de orgullo.
Científicos liderados por la Dra. Chan descubrieron en el girasol un gen (hahb-4) que puede transferirse a la soja y a otros cereales para suprimir el estrés hídrico sin afectar la productividad . Esta investigación que permite superar situaciones de sequía y suelos con alta salinidad, ya ha sido patentada por la UNL, CONICET y la empresa Bioceres en EE. UU., India, Australia, México y China.
Como dijo Gustavo Grobocopatel, “en un mundo en el que el problema del hambre y el cambio climático están en el centro de la escena, el hahb-4 es una puerta a la esperanza” ( Clarín , 6 de marzo).
En su discurso ante la Asamblea Legislativa, la Presidenta hizo referencia a dicho logro. Es bueno que todos sepamos la historia de “esta hazaña”, y que la Presidenta tome nota que este ejemplo que hoy es casi una excepción podría (¡y debería!) ser la llave para el desarrollo sustentable de la economía de nuestro país. Hubo que realizar una inversión de varios años y conformar una alianza entre el sector público y el privado, cosa que sólo se puede hacer si se privilegia el ánimo de cooperación, no de confrontación, con el sector agropecuario.
La Sra. Presidenta quiere “industrializar la ruralidad” y “agregar valor a nuestra producción”. Experiencias como la que desembocó en el hahb-4, o en la droga para enfermos renales o en el excipiente para medicamentos desarrollados por la misma universidad, son el camino. El haber sido miembro del directorio del Conicet me hizo ver que el sistema científico tecnológico de la Argentina está desaprovechado , ya que estos ejemplos se podrían multiplicar por cientos. Argentina tiene un potencial enorme. Disponemos de las capacidades necesarias -tanto en el sector industrial y agropecuario como en el científico-técnico- como para producir más y en mejores condiciones de competitividad. Hoy esas capacidades están dormidas.
Tenemos que promover una sociedad permanente entre la educación y la ciencia con la producción ; aprovechar a nuestros científicos, laboratorios y universidades para que se reúnan con nuestros productores e industriales y generen las innovaciones que van a hacer que no dependamos de la importación de productos extranjeros. Los desarrollos científicos y tecnológicos nos posibilitan aumentar el valor agregado a la producción, ser más competitivos y disminuir la desocupación. Para eso necesitamos prestarle más atención a la calidad de la educación , que no solo consiste en gastar más plata. Pero claro: si le prestamos más atención al “futbol para todos”, difícilmente logremos educación de calidad para todos.
