Ampliar el Impuesto de Sellos es un error

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Y también lo es considerar a la Ciudad de Buenos Aires un “paraíso fiscal”. Por Guillermo LoCane

El jefe de Gabinete defendió la idea diciendo que  “lo que se intenta es que la Ciudad no sea algo así como un paraíso fiscal, con un impuesto distinto a lo que rige en todo el resto del país”. “Estamos poniendo el Impuesto al Sello como está hoy en todo el país”.

Con la ampliación, el tributo que es una especie de peaje a los contratos privados y fue reimplantado en el 2002, alcanzaría ahora a la compraventa de autos usados, las pólizas de seguros y los resúmenes de las tarjetas de crédito. Si prospera la iniciativa, cada vez que se transfiera un auto usado se pagará el 2%. Además, habrá que pagar un 0,8% de la prima cuando se firme una póliza de seguro. Y en el resumen de la tarjeta de crédito se recargará mensualmente un 0,6% sobre lo consumido.

Lo que se estima recaudar por la ampliación del gravamen no resuelve, ni de lejos, los problemas presupuestarios de la ciudad. Pero, poco o mucho, no deja de ser un error conceptual considerar que es correcto cobrarlo, por el solo hecho de que en otras jurisdicciones lo hagan. La dificultosa  convivencia política que impone el gobierno nacional y el retraso del Congreso en establecer equitativas formas de coparticipación federal de los impuestos nacionales, tampoco debería ser argumento suficiente para seguir metiendo la mano en el bolsillo del vecino. Eso también es un error.

En total y en promedio por habitante, el porteño es de los que mayor presión fiscal soporta: el distrito es uno de los mayores contribuyentes en el impuesto a las Ganancias. También en el impuesto a los Bienes Personales, IVA e impuesto al cheque. A nivel de tributos locales, la ciudad autónoma es de los que más recauda por el impuesto sobre los Ingresos Brutos, y sus habitantes presentan buen cumplimiento en los impuestos sobre las propiedades (inmuebles y rodados).

Pero, además de los gravámenes ya mencionados, los contribuyentes  -aquí y en todo el país- pagan, desde hace años, una variante particular de “impuestos”: Los servicios de medicina prepaga, seguridad privada y educación privada, que, muchas veces, no son contratados por sofistificación de consumos, sino como necesidad básica no provista satisfactoriamente por el estado. Estos gastos “impuestos por las circunstancias” -que aumentaron en forma considerable- se suman a los otros “impuestos tradicionales” que pagan los vecinos y juntos repercuten en forma similar sobre el presupuesto familiar: lo disminuyen.

Buenos Aires es una ciudad fantástica y seguramente es intención de su gobierno hacer todo lo posible por mejorarla. Sin embargo, no es un paraíso y mucho menos fiscal. Ampliar el impuesto de Sellos podrá ser un modo fácil de aumentar el presupuesto público, pero inevitablemente también aumenta la presión sobre el presupuesto de las familias. Y eso, que nunca es bueno, en este momento es un error.

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