La inflación mundial más alta pone a la Argentina sobre las cuerdas

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Todo indica que en los próximos años los precios internacionales seguirán en niveles elevados con lo cuál el país se enfrenta a un escenario de mayores presiones.

ElEconomista.com.ar – Por Ezequiel Bugos. Hay fenómenos en la economía mundial que han llegado para quedarse. La era de los alimentos caros parece ser, claramente, uno de ellos.

Impulsados por el crecimiento de las economías en desarrollo, los precios de las materias primas permanecerán en niveles altos por los próximos años.

El Fondo Monetario Internacional anticipa que luego de la repentina subida en 2006-2007 cabe esperar alguna corrección en los precios en 2008-2009. Pero descarta cualquier movimiento brusco que vuelva la cotización de los granos a niveles por debajo de sus promedios históricos. Y el Panorama Agrícola de la OCDE-FAO 2008- 2017 presentado esta semana, pronostica precios altos en los principales cultivos por los próximos 10 años. Se calcula que en la década venidera el precio de la carne será 20% más caro que en los últimos 10 años y los aceites vegetales costarán 80% más (ver nota aparte). Esto que es una buena noticia para la economía argentina, también significa un piso de inflación mundial más alto.

Los precios están subiendo en todo el mundo. Este año se espera para el G7 una inflación sea 2,6% (el año pasado fue de 2,2%) . En Estados Unidos pasará de 2,9% a 3% este año y en Europa andaría en 2,8% (2,1% en 2007). En los países emergentes se ve la misma tendencia. Precisamente The Economist recientemente planteó que conscuencias tendrá esto para los países emergentes.

¿Pero qué le espera a la Argentina?

¿Cuál será el impacto?

El economista Ricardo Arriazu calcula que un tercio de la inflación en la Argentina (hoy cerca del 23%) está determinada por los precios internacionales más altos. Hay quienes dicen que podría ser mayor ya que con el tiempo la inflación en los alimentos termina trasladándose al resto de los productos y servicios. La Argentina sería así más vulnerable a si el barril de petróleo o el precio del arroz continúan subiendo, argumentan.

Hay tres razones básicamente para pensar que el país estará más expuesto a este escenario de inflación mundial más alta en los próximos años. La Argentina importa cada vez más petróleo, la moneda sigue en niveles devaluados (por lo tanto los bienes importados son más caros) y habrá más liquidez a nivel mundial que ejercerá presión sobre los precios.

Adictos al petróleo

La mitad del superávit comercial de U$S 12.000 millones que se registró en 2007, se explicó gracias a que el país logró exportar U$S 6.000 millones más de lo que importó en combustibles. Sin embargo ese superávit va camino a extinguirse rápidamente.

Según Daniel Montamat el superávit comercial en 2008 sería de U$S 1.100 millones y en 2009 se registraría un saldo negativo. Lo cierto es que cada mes que pasa se exporta menos petróleo y se importa más gasoil y gas licuado. En el primer cuatrimestre de 2008 la cantidad de combustible exportado cayó 23% mientras que la importada creció un 9%.

El déficit que el país tiene en la producción de gas implica importaciones adicionales por U$S 2.500 millones. Mientras que al productor se le cobra U$S 1,5 el millón de BTU, el país importa el gas de Boliva a U$S 9. Las cuentas externas se deterioran aún más si se tiene en cuenta que el barril de crudo está en más de U$S 120.

La situación es más delicada si no fuera porque el deterioro del superávit energético tiene su correlato con el aumento de los subsidios que paga el Estado: en abril el gasto público registró la mayor suba en lo que va del año (48%) y el 28% de ese incremento se debió a partidas destinadas a solventar las mayores demandas del rubro energético. En el primer trimestre del año el 70% del aumento de los subsidios al sector privado –que llevan un alza del 118%- se debió a transferencias al sector energético.

La Argentina importará cada vez más

Para los países que tienen una moneda débil (barata como el peso) las importaciones son más caras que para aquellos que tienen una moneda fuerte (como el euro por ejemplo).

Con un peso subvaluado, los artículos importados a priori resultan más caros que los nacionales. Si encima hay inflación internacional, la brecha crece.

Es cierto que la inflación local hay disminuido ese margen. La aceleración de la inflación argentina por sobre la de Estados Unidos hizo que el peso se fortalezca 17% contra esa divisa en un año. Pero muchos creen que la inflación en la Argentina irá cediendo en lo que resta del año a medida que el poder adquisitivo de la gente permanezca estable. “Hay precios que ya se están acomodando y terminarán de hacerlo por sí solos”, dice Miguel Bein.

La Argentina sigue teniendo una moneda barata hoy en día comparada con las de otros países. El tipo de cambio real multilateral –que mide el valor en términos reales del peso argentino en relación a las monedas de los principales socios comerciales–, así lo muestra.

“En los últimos doce meses se depreció un 10% generando la mejora de la competitividad– precio más fuerte que haya experimentado nuestra economía con respecto a sus socios comerciales durante los últimos seis años”, dice el economista Rogelio Frigerio en uno de sus últimos informes de Economía & Regiones.

Desde 2003 a la fecha mientras el peso se depreció frente al dólar en un 15%, el euro se apreció un 25% y el real un 40%.

Mientras tanto, aún con una moneda débil, la demanda de importaciones ha ido acelerándose. De hecho, nunca se importó tanto en un solo mes como en abril pasado: fueron U$S 4.927 millones lo que equivale a un alza de 61% respecto del mismo mes del año anterior. La mayoría de los economistas pronostica un crecimiento de las importaciones para el resto del año, con lo cual si se registra una mayor inflación mundial, eso terminará impactando negativamente sobre el superávit comercial.

Habrá más liquidez

Hay analistas que ven con preocupación las consecuencias de la política que está llevando Ben Bernanke al frente de la Fed para paliar la crisis financiera actual. Para los economistas más ortodoxos, la culpa de la alta inflación no hay que echársela a los alimentos caros sino más bien a la política monetaria laxa.

Con impronta propia pero con un dejo de espíritu keynesiano, Bernanke elaboró una estrategia basada en salvar a Wall Street de lo que hubiese significado una segura caída que habría arrastrado al conjunto de la economía a una depresión como la de 1930. De esta forma la Fed monitoreó el salvataje de Bear Stearns, aceptó tomar activos devaluados como garantías de préstamos y siguió bajando las tasas de interés abriendo nuevas líneas de préstamos.

Los más ortodoxos creen que Bernanke ha ido demasiado lejos otorgando facilidades que se traducirán en una mayor liquidez y, por lo tanto, en una inflación esperada más alta.

Rogoff señala que la política monetaria laxa de Estados Unidos explica el 60% de la inflación en el mundo. Y que en verdad este repunte de los precios a nivel global no existiría si no fuera porque otros países del mundo han pegado sus monedas al dólar en todo este tiempo. Como consecuencia de ello, cada vez que la Fed recorta sus tasas de interés, la Argentina y otros países acomodan sus tipos de cambio evitando que sus monedas se aprecien e impulsando así la demanda en las economías emergentes.

Otros efectos para la Argentina

Muchos bancos centrales creen que no es necesario utilizar la política monetaria para enfrentar el fenómeno de los precios de los alimentos más altos (ver recuadro).

Sin embargo muchos piensan que ello es un error porque la inflación se trasladará tarde o temprano al resto de los precios. El BID ha alertado sobre ello en la semana (ver aparte).

El costo de la comida representa entre un 30 y un 40% de la canasta básica de los países emergentes, comparado con un 18% del G7 (ver gráfico). Pero lo preocupante es que a larga la inflación en los alimentos podría terminar trasladándose al resto de los productos. Con lo cual en realidad el impacto de las altas commodities en la inflación argentina, podría ser más de un tercio como dice Arriazu.

En su último informe, Deutsche Bank menciona que la Argentina ha sido el país emergente que más sufrió el aumento de la inflación mundial de alimentos.

Por su parte, Goldman Sachs la incluye en un grupo de países en el que la inflación en los bienes que no son alimentos resulta más exacerbada por el incremento de estas commodities.

El traslado de la inflación de alimentos al resto de los productos de la economía, sugieren los economistas que están a favor de una política monetaria menos laxa, se da particularmente en los países emergentes por dos motivos. Primero porque allí los bancos centrales tienen menos credibilidad.

Segundo porque los salarios son menos flexibles. Muchas son economías utilizando el 100% de sus recursos –con bajas tasas de desempleo, por ejemplo–, con lo cual están experimentando una suba en los costos en general.

En el caso argentino es cierto que con la economía al máximo de su capacidad y operando cerca del pleno empleo, las presiones inflacionarias aumentan. Sin embargo la situación está lejos de ser como en los 70 cuando la pobreza afectaba a menos del 10% de la población y el poder adquisitivo era mucho mayor.

El frente energético, el dólar barato y la abundante liquidez a nivel mundial, ejercerán presión sobre la inflación en la Argentina. Y seguirán haciéndolo en el futuro. La clave estará en las políticas que se sigan para desligar los precios externos de los locales. El país todavía tiene margen de maniobra pero la inflación mundial sigue creciendo.

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