El día en que Berlín volvió a ser una fiesta
Con la caída de una cadena de gigantescas piezas de dominó que simboliza el Muro, culminarán los festejos por el fin de la división de Alemania. A pesar de las celebraciones, muchos berlineses cuestionan la reunificación.
Críticadigital.com.ar – Hoy finalizan los festejos de rememoración de los 20 años de la caída del Muro de Berlín; llamado –en la socialista República Democrática Alemana– Pared de Protección Antifascista. Fue por largo tiempo uno de los signos más visible de la Guerra Fría, y en el intento de cruzarlo clandestinamente murieron entre 136 y 206 personas, según los estudios actuales.
En función de este hecho histórico, ha tenido lugar una serie de eventos recordatorios que hoy llegan a su clímax con la Fiesta de la Libertad, en la Puerta de Brandeburgo. Allí se ha levantado una estructura formada por aproximadamente mil bloques de telgopor, confeccionados por alumnos de las escuelas primarias y, también, por diversos artistas y celebridades. En este marco de fiesta, se recreará por la noche la caída del Muro. Los bloques fueron dispuestos de modo tal que puedan ser derribados por un efecto de dominó. El ex presidente polaco Lech Walesa será el encargado de tirar la primera piedra. Esta recreación intenta evocar la precipitación de los eventos que finalizaron en la reunificación de Alemania en 1990. Al utilizar un proceso mecánico, puesto en marcha por el antiguo líder del sindicato antisoviético Solidaridad, se silencian los complejos vínculos e intereses que motivaron la caída de la RDA.
Según la versión popular, las protestas de los particulares provocaron un movimiento de masas resuelto y pacífico. En verdad la caída del Muro fue impulsada por una complicada interrelación de iniciativa individual y acción colectiva, de diplomacia y política, que incluyó las promesas de ayuda económica a Hungría por parte del gobierno de Bonn con la finalidad de incentivar la apertura de la frontera con Austria.
Veinte años después, proliferan en Alemania las discusiones, los artículos periodísticos, los libros, los informes de testigos oculares. Sin embargo, prima la sensación de que sólo se trata de meros rituales de rememoración y planeados ejercicios del deber. La ciudad parece ajena a los festejos. Las razones de ello son numerosas.
La situación presente ha relegado la caída del Muro a las profundidades remotas del siglo XX. Los inmensos costos humanos y materiales de la reunificación, desencadenada por la crisis en la Alemania del Este, son percibidos hoy al menos con sentimientos mixtos. El pasado sábado tuvo lugar en Kreuzberg, uno de los barrios multikulti y trendy de Berlín, una marcha que presentaba la reunificación como una estafa.
Al respecto, el político Lothar Späth, antiguo jefe de Gobierno de Baden-Württenberg, acuñó un apotegma que se ha vuelto popular: “En el aspecto político, se hizo todo bien en la reunificación; en el económico, todo mal”. Todos parecen coincidir en ello, pero las razones difieren de manera singular. Especialmente si se cotejan las opiniones de los ossis con las de los wessis. “La cotización del cambio fue un regalo dadivoso a los alemanes del Este”; “nuestros ahorros fueron recortados, a pesar de que teníamos menos que los alemanes del Oeste”. “Los sueldos y las jubilaciones en el Este muy elevados”; “es un escándalo que después de veinte años sean todavía más bajos que en el Oeste”. Mientras el mundo entero celebra los 20 años de la caída del Muro, los berlineses permanecen escépticos y distantes.
Decadencia y caída comunista
El barrio de Marzahn, antiguo campo de exterminio de gitanos y primer sector berlinés liberado por el Ejército Rojo, fue destruido y reconstruido durante la RDA. Hoy es un paisaje gris poblado de monoblocks. Entre los edificios hubo alguna vez parques y plazas. Hoy perduran algunos centros culturales de la época socialista. Uno de ellos, llamado Foro del Tiempo Libre, cuenta con un teatro, una biblioteca, una sala de exposiciones, una pileta, un bowling y un gimnasio. Una de las antiguas cantantes del Oktoberklub, la banda oficial de la RDA, intenta “inculcar a los jóvenes valores solidarios”. Los 50 minutos de viaje en tranvía que separan Marzahn de Alexanderplatz prolongan ese espectáculo del comunismo degradado.
