V W L

1

Las versiones encontradas sobre la marcha de la economía mundial que convencieron a Kirchner de la necesidad de apurar el canje y la colocación de nueva deuda. En Inglaterra, se discute un impuesto extra a las mansiones y acaban de anunciar un súper tributo a los “bonus” de los banqueros. En Estados Unidos quieren gravar hasta las cirugías estéticas. ¿El mundo está loco?

Críticadigital.com.ar – Si residieran en Inglaterra, Macri, De Narváez y Kirchner deberían hacer un suculento aporte al fisco. A diferencia de Argentina, en la cuna del capitalismo las rentas financieras y las ganancias de capital (la diferencia de compra-venta de títulos, acciones, inmuebles o terrenos) están gravadas, como en casi todos los países desarrollados, Brasil, Chile, Colombia o México. Pero encima ahora los ingleses evalúan aplicar un impuesto especial a las mansiones (“mansions tax”), de más de 1 o 2 millones de libras, aún aquellas ubicadas en destinos turísticos.

El ministro de Finanzas británico acaba de anunciar además un impuesto que pondría al borde del ataque de nervios a los gurúes de la city porteña:

50% sobre los “bonus” o premios de más de 25.000 libras que cobran los ejecutivos de bancos. Se calcula que unos 20.000 banqueros serían alcanzados por la medida, 5000 de los cuales perciben recompensas de más de 1 millón de libras.

Vale recordar que en Inglaterra, la presión fiscal ya llega hoy al 36,6% del PBI (10 puntos más que en Argentina).

En Estados Unidos, otros “argentinos y argentinas” (“dirigentes y dirigentas”, así acentuando la “a”) deberían tributar salado. Por estos días se discute un impuesto a las cirugías plásticas (“plastic surgery tax”) con fines cosméticos, que abarcaría desde la aplicación de Botox hasta el realce de senos. La propuesta es una de las alternativas para costear la reforma del sistema de salud de Obama, en un Estado que como se verá más adelante debe financiar un déficit fiscal récord desde la Segunda Guerra Mundial.

(Al margen, el lobby médico en contra se hace sentir con una campaña —-“stop plastic surgery tax”– que denuncia el contenido “sexista” de la medida: el 86% de los pacientes son mujeres).

En el menú impositivo que analizan en Estados Unidos para achicar el déficit hay otros tributos que atraen menos las miradas: por ejemplo, una carga adicional a las gaseosas (“soda tax”), que –obviamente—ya despertó el lobby de Coca y Pepsi.

“Estado insaciable”, titularía un diario del ámbito financiero local.

El capitalismo está raro, ¿no?

Mr. K lo hizo. Salgamos por un rato de Argentina, el único país con “modelo productivo de matriz diversificada con redistribución de ingresos” que –como dijo Cristina—ha marcado el camino de las políticas keynesianas a las principales potencias en crisis. Darse una vuelta por la economía mundial sirve para entender por qué Amado Boudou busca apurar el canje de deuda con los holdouts, que con los pasos dados esta semana podría concretarse hacia mediados de enero. El objetivo último es salir luego, sin demoras, a emitir nueva deuda en dólares, aprovechando las “ventanillas financieras” que hoy se abren para Argentina, pero mañana tal vez se cierren.

La única certeza entre los economistas es que el crac mundial del último año no fue como la crisis del ’30 porque se aprendió de los errores del pasado. A diferencia de la Gran Depresión del siglo XX, esta vez las autoridades aplicaron monumentales políticas de expansión fiscal y monetarias, como predicaba Keynes.

También se sabe que la crisis fue muy profunda (el PBI de los países desarrollados cayó en promedio entre 3 y 5%), y golpeó como hace décadas que no se veía a la economía real: el desempleo se disparó en Estados Unidos (llegó al 10%), mientras que en otros países, como España, casi se duplicó (rozando el 20%).

Existe además la impresión, justificada, de que la intervención estatal en un sistema financiero en ruinas, aunque necesaria, terminó socializando las pérdidas de inversores especulativos, que embolsaron en los últimos años siderales beneficios.

El descontento de la opinión pública con los banqueros, salvados con el dinero de los contribuyentes, es en parte lo que impulsa medidas como el gravamen a los bonus de los ejecutivos en Inglaterra. Pero también hay una creciente preocupación en los países centrales por recaudar más y tapar parte del enorme bache fiscal, creando nuevos tributos.

Estados Unidos cerrará este año con un déficit fiscal de 1,4 billones de dólares (4,5 veces el PBI argentino, es decir toda la riqueza que se produce cada año en el país). Semejante rojo equivale a casi el 10% del PBI norteamericano, el mayor déficit desde 1945.

Por su puesto, para el país que imprime la moneda de curso legal a nivel mundial –como sucedía con los viejos Imperios– todas las puertas del crédito están –todavía– abiertas. El Tesoro norteamericano emite títulos públicos, que son comprados por inversores y gobiernos de todo el planeta (China y Japón son los mayores poseedores de bonos del Tesoro). Y hoy paga por ese financiamiento una tasa de 3,5% en títulos a 10 años. Un regalo.

Nótese la diferencia con Argentina, que este año tendrá un déficit financiero (después del pago de intereses) de alrededor de 1,3% del PBI (alrededor de 15.000 millones de pesos). Y la gran apuesta de Boudou, después del canje, es lograr emitir bonos de deuda por montos pequeños a una tasa, como mínimo, del 10% anual.

Ahora bien, el gran interrogante que todavía no tiene una respuesta unánime es cuál es la mejor estrategia para apuntalar la recuperación mundial. Más allá de que florecen los pronósticos optimistas, nadie se anima a garantizar que los próximos dos años serán tiempos de bonanza.

V, W, L. Diversos indicadores de actividad muestran un despegue de la economía norteamericana en el tercer trimestre del año. Sin embargo, la V, la L, y la W, todavía dividen las opiniones al momento de frotar la bola de cristal y pronosticar cómo sigue la película.

Un grupo apuesta a la V –una rápida recuperación tras la caida–, con el argumento de que, gracias al impulso fiscal y la expansión monetaria, sumado a la mayor competitividad de la economía norteamericana por la devaluación del dólar, el círculo virtuoso del crecimiento se reestablecerán a lo largo del 2010.

Otro grupo ve el futuro con forma de L: después del derrumbe, un largo período de estancamiento, con bajas tasas de interés y deflación, como le ocurrió a Japón durante una década.

Finalmente, están los que hablan de la W: después del repunte, como el que se observa por estos meses, un nuevo traspié. La semana pasada, tras conocerse los temblores financieros en Dubai y Grecia, Paul Krugman, el mediático premio Nobel, empezó a hablar de la “doble caída” (“Double dip”).

“Nunca estuve muy convencido de la idea de que íbamos a tener una doble zambullida, de que la economía volvería a caer en recesión. Pero en los últimos tiempos está claro de que hay una seria posibilidad de que ello ocurra”, escribió Krugman en su blog. El economista del MIT cree que hasta ahora el crecimiento estuvo empujado sólo por los estímulos fiscales, y considera que hacia mediados del año próximo el impacto de dichos estímulos languidecerá, sin que aparezcan hasta ahora señales de que se encendieron los motores de la actividad privada. Cita como ejemplo el caso de las constructoras contratadas para desarrollar pequeños proyectos viales, con fondos federales. Una vez completadas las obras públicas, no encontraron mucha demanda privada, y empezaron a despedir a los obreros que habían conchabado.

Ante diagnósticos tan dispares, hay tres propuestas diferentes sobre qué debería hacer la administración Obama en el futuro.

Los republicanos más conservadores creen que el Gobierno debe levantar el pie del acelerador y reducir cuanto antes el déficit fiscal. Temen que el rojo en las cuentas públicas se agrande aún más, los acreedores del Imperio empiecen a desconfiar de su capacidad para pagar, el dólar siga devaluándose, y se desemboque en un escenario de inflación con estancamiento.

Economistas como Krugman y Joseph Stiglitz, el otro Nobel “progre”, piensan que hay que insistir con las políticas fiscales y monetarias expansivas para consolidar la reactivación y revertir el dramático cuadro laboral norteamericano. Kruman incluso dice que habría que revisar la legislación para desincentivar despidos, caminando hacia un mercado laboral más regulado como en Alemania. Considera que el Tesoro conseguirá financiamiento barato para cubrir el déficit, y que el problema no es la inflación sino la deflación, que arrastra a la economía al fondo del pozo.

El equipo económico de Obama defiende una posición intermedia. Continuar con las políticas de estímulo fiscal, porque la recuperación todavía es modesta y un ajuste, como el que proponen los republicanos, podría llevar a la “W”. Pero, por ahora, no pisar aún más el acelerador –como propone Krugman—para no agigantar el déficit.

Amado Boudou y el titular del Banco Central, Martín Redrado, evaluaron en los últimos días todas las alternativas que se barajan sobre el escenario internacional. Y coincidieron en que había que apresurar los tiempos de la colocación de nueva deuda, aprovechando los vientos a favor.

Solo con crédito la administración K podría en el 2010 tapar el bache fiscal y aplicar una “política keynesiana”. Así convencieron a Néstor de remover en los últimos días todos los escollos para avanzar con el canje.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *