The Sopranos
Confesó el asesino del tesorero sindical. Dijo que lo hizo por orden de dos dirigentes camioneros e involucró al segundo de Moyano.
Flores fue capturado el jueves a las 9 de la noche. La policía indicó que fue una llamada anónima la que le permitió llegar hasta la casa de Tostado, un pueblo rural del noroeste donde Flores se encontraba en compañía de su mujer y de un amigo. Otras versiones sostienen que fue una cadena de torpezas la que condujo a su paradero. Ayer por la mañana, durante una declaración de más de dos horas en la que reconoció su participación en el crimen, Flores contó ante el juez Osvaldo Barbero que fue el supuesto abogado Julio Jerez –vinculado a portuarios y a camioneros– quien lo puso en contacto con dos sindicalistas del gremio de camioneros, uno llamado Agüero y otro de nombre “Juancito”, al que reconoció en una fotografía llevando el cajón de Beroiz. La confesión de Flores compromete la estructura del que es, en la actualidad, el gremio más poderoso del país y deja mal parado a su máximo dirigente, quien desde un primer momento sostuvo que era “malicioso” pensar en un crimen por encargo. El acusado permanecía ayer en la jefatura de Policía de Rosario, custodiado por una gran cantidad de efectivos.
El relato de Flores fue minucioso. Dijo que conocía a Jerez porque le había gestionado una indemnización por una herida que sufrió en la mano cuando se desempeñaba como estibador en el puerto de Rosario. Tiempo después, el mismo Jerez lo llamó para avisarle que tenía clientes que precisaban de sus servicios. En ese momento no le reveló que se trataba de un asesinato. Después, los empleadores no le dejaron opciones: se trataba de la vida de Beroiz o de la suya. Su función se limitaría a matarlo, Agüero y “Juancito” se encargarían de la inteligencia previa y de garantizarle la retirada del lugar elegido para la ejecución. Flores recordó en su declaración que le proveyeron datos de los recorridos de la víctima, de sus rutinas, los lugares donde solía comer y las fotografías que servirían para identificarlo. La ceremonia final se celebró el 27 de noviembre del año pasado y tuvo como escenario una playa de estacionamiento del Automóvil Club, en el microcentro de la ciudad, a las 6.45 de la mañana. Recibió tres disparos y siete puñaladas. “Pibe, ayúdame que me muero” fue lo único que alcanzó a decir. Es obvio que no reconoció a sus atacantes. De acuerdo a la narración de Flores, tal cual habían convenido, Jerez y Agüero lo recogieron a unas cuadras del lugar. De los 50 mil pesos prometidos sólo le dieron 20 porque “todavía estaba vivo”. Cuando el juez Barbero le preguntó a Flores si conocía a Raúl Alfredo Luna, sucesor de Beroiz en el sindicato, el acusado respondió que se lo “había oído nombrar” a los que le pagaron por el crimen.
Ausencia de malicia. La primera reacción de Moyano fue negar de plano que los hechos tuvieran como trasfondo una interna sindical.
Lo cierto es que mucha gente en Rosario sabía que las cosas en el sindicato de camioneros se habían puesto difíciles y una pelea solapada se estaba dirimiendo entre Abel Beroiz, el secretario general, y su adjunto Raúl Alfredo Luna, segundo de Moyano en la misma Federación en la que Beroiz ocupaba el riesgoso y codiciado puesto de tesorero.
Luna había organizado sus fuerzas para tomar el control efectivo de la organización que agrupa a 13 mil afiliados a través de la lista Lista Verde, opuesta a la Azul y Blanca de Beroiz. La grieta abierta entre ambos se manifestó durante un conflicto salarial desatado en la empresa Dolzani Hermanos, que plantó a la brava, en el estilo que caracteriza al sindicato, 33 camiones. Beroiz estaba en desacuerdo con los métodos que Luna –con sólidos respaldos– empleaba en la lucha reivindicativa. En un acto posterior, en Venado Tuerto, al que asistían Moyano y el intendente Roberto Scott, Luna se negó a subir al escenario. Con la muerte de Beroiz, Luna accedió a la secretaría general. Ya en funciones, convirtió en titular al vocal suplente Juan Dell’Arciprete, un ex delegado de la zona de Casilda a quien Beroiz había suspendido la licencia gremial por fraguar el monto de los gastos realizados en el cumplimiento de su actividad. Juan Dell’Arciprete sería el hombre al que Flores reconoció en una foto del diario La Capital llevando el féretro de Beroiz: “un pelado”, precisó al juez, “Juancito”.
En el expediente constaría, además, que en el allanamiento realizado a fines de 2007 a la casa que habitaban Flores y su concubina, se encontró un teléfono desde el que se habían realizado llamadas a uno de los colaboradores de Luna.
El dato
7 puñaladas y tres disparos recibió Abel Beroiz de parte de Raúl Flores, quien asumió ante la justicia ser el autor material del asesinato.
La madre del asesino teme por su hijo
Mirtha Saen tiene 42 años, un marido muerto, otro con el que se casó hace poco y nueve hijos. Uno preso. Se llama Raúl “Coqui” Flores y ayer se declaró culpable de asesinar a mansalva y por encargo a Abel Beroiz, el tesorero de la Federación Nacional de Camioneros. Desde su casa en la zona sur, Mirtha dijo a Crítica de la Argentina: “Temo por la seguridad de mi hijo. Estamos amenazados”. Según ella, no ve a Raúl desde hace un año y medio cuando se fugó de la comisaría 16ª. Su voz es débil y al lado suyo una hija le apunta respuestas. Durante los últimos cuatro meses, dice, pasaron cosas raras en la puerta de su casa y decidió ir a la Justicia. “Había gente fea que se paraba en la puerta. Uno de mis hijos, que tiene 15 años, iba a la escuela pero después trabajaba hasta las 2 de la mañana en el supermercado La Reina. Había gente que lo seguía en auto, no lo dejaban en paz. Tuvo que dejar la escuela y el trabajo”. Entonces Mirtha fue a Tribunales y denunció amenazas.
A la mamá de Raúl la persigue un fantasma. Después del crimen, algunos aseguran que a su hijo no lo sólo seguía la policía. También querían encontrarlo los hombres que le encargaron el asesinato. En estos cuatro meses en que Raúl estuvo prófugo, dos jóvenes de su misma edad murieron en el barrio adonde él pasaba las noches. La familia cree que esos chicos recibieron balas que estaban dirigidas al asesino de Beroiz.
