Respetar la Carta Magna

1

Por el diputado nacional (UCRCapital), Ricardo Gil Lavedra.

Clarín – Siempre he pensado que el hiperpresidencialismo argentino, tal como se lo ejecuta en la práctica, contradice los ideales republicanos, genera inestabilidad, y resulta un obstáculo para la cooperación y la búsqueda de consensos. La UCR propició en el gobierno de Raúl Alfonsín un sistema semipresidencialista, con alguna analogía con el francés y con los que hoy tienen muchos países de Europa del Este. Pese a sus aspiraciones, las enmiendas constitucionales de 1994 han fracasado en su intento de atenuar al presidencialismo.

Han comenzado a circular con insistencia versiones según las cuales la Presidenta, en caso de que fuera reelecta, impulsaría una reforma tendiente a instalar un régimen parlamentario. Se afirma que, de esa manera, podría aspirar a una prolongación de su mandato, eludiendo así la debilidad propia de los presidentes que ya no tienen reelección.

El argumento carece de seriedad. Cualquier reforma constitucional que aspire a ser legítima y perdurable, debe partir de propósitos sinceros y de un generoso debate que culmine en un extendido consenso acerca de las modificaciones necesarias. No resulta creíble que un gobierno que ha concentrado y personalizado brutalmente el poder, que ha avasallado las facultades del Congreso, que ha incumplido sentencias judiciales y que ha desconocido cualquier control al ejercicio discrecional de sus atribuciones, esté dispuesto realmente a cambiar el régimen que posibilita sus excesos.

El próximo gobierno necesariamente va a requerir amplios consensos, pues no va a contar con mayorías propias en el Congreso. La Constitución vigente admite la posibilidad de flexibilizar el presidencialismo, de tener gabinetes políticamente plurales y de utilizar al Jefe de Gabinete como nexo frente al Parlamento. L a Argentina que deseamos necesita apego a la ley, diálogo y acuerdo. La Constitución no es un impedimento insuperable para ello. Recorramos entonces honestamente ese camino, sin recurrir a maquillajes retóricos que encubren malamente la vocación de perpetuarse en el poder.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *