No se puede convalidar un presupuesto dibujado
Por Oscar Aguad, Diputado Nacional (UCR).
Clarín – La Presidenta de la República, tras su reelección, en un encuentro con industriales, invitó a hablar “en serio” sobre la tan negada inflación y sobre la inversión , motor del desarrollo con justicia distributiva .
Esto puede ser un buen indicio, en la medida que el Gobierno advierta lo que muchos anticipan: la actividad de ese sector crecerá a la mitad y se registra un descenso del 30% en la inversión extranjera directa, cuando en la región la misma crece al 54%.
Implica reconocer las causas de la salida de capitales por US$ 24.000 millones y la reaparición del déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
En tres semanas se esfumaron US$ 2.360 millones de depósitos en dólares que limitan las prefinanciaciones y se materializó una merma de más de US$ 5.000 millones de reservas del Banco Central (pese a los $ 3.500 millones de créditos europeos) cuyo monto de libre disponibilidad debiera ser informado. Para desalentar expectativas tampoco resulta adecuado proceder con improvisaciones que fomentan un mercado paralelo de divisas.
En mi opinión no se alienta la inversión con trabas al comercio exterior, que complican al campo y la industria, ya sobrecargados en sus costos, ni con amenazas sobre disposición de utilidades.
La coordinación simultánea de la política fiscal, cambiaria, monetaria, tarifaria, impositiva, crediticia, salarial y presupuestaria brindan consistencia macroeconómica y certidumbre a los actores sociales. La experiencia archivó hace mucho tiempo que el crecimiento supone inflación.
El ancla del tipo de cambio y el congelamiento tarifario, utilizada para frenar la inflación, terminó desalineando los precios relativos cuando el gasto y la emisión crecen al 30%. No sería conducente el aumento de la ya asfixiante presión impositiva y de las tasas de interés que dificultan el crédito, con salarios no registrados por debajo de la inflación y un presupuesto sin prioridades estratégicas ni premisas realistas que impedirá su acción contracíclica. La competitividad deviene de la mayor productividad de todos los factores, públicos y privados.
En el Congreso Nacional tenemos la oportunidad de cooperar en un momento donde el escenario internacional es menos benévolo , tanto en relación con Brasil para la industria como con China para las commodities.
Debemos tomar nota de su desaceleración como la cotización de la soja, 20 % inferior a lo previsto. ¿Es razonable pensar en un superávit comercial de US$ 8.579 millones o debiéramos ajustarlo a un horizonte de US$ 6.000 millones? ¿Se piensa mejorar esa balanza con menor crecimiento o interrumpiendo la provisión de insumos? Por cierto que no podemos abordar en serio la cuestión de la inflación con el actual Indec y una pauta de 9,4% cuando la misma es más del doble . ¿Es posible votar sin correcciones el aumento del 19% en los subsidios ($ 75.652 millones) cuando se anuncia su recorte del 30% y no se estipula en qué destino se gastará semejante excedente? Por otra parte, esas actualizaciones en las facturas, ¿se autorizarán sin audiencia pública en caso de ser aumento tarifario, y sin tratamiento legislativo si se trata de un incremento del cargo para importar energía? El mismo es un impuesto, para importar el gas, la electricidad y derivados del petróleo por cerca de US$ 10.000 millones, lo que condiciona el proceso de agregado de valor e innovación tecnológica que se invoca reiteradamente sin instrumentos para su logro, como se verifica en el deterioro del intercambio manufacturero.
Los aumentos, que se sentirán fuerte el año próximo, no serán un estímulo para la exploración y producción energética cuando las reservas siguen cayendo.
No es razonable que la recaudación crezca 23%, con aquel incremento de precios y con un producto que crecerá a menos de la mitad comparado con este año; cuando los derechos de importación y por retenciones caerán significativamente y cuando el enfriamiento tan temido llega por agotamiento de las finanzas públicas.
El Presupuesto es una oportunidad para recrear la confianza perdida y para demostrar la vigencia de reglas de juego claras y estables . El año pasado nos negamos a aprobar un proyecto que estipulaba una inflación que resultó más del doble y preveía un superávit fiscal que terminó siendo un déficit tres veces mayor al que se informó.
El presupuesto que se pretende sancionar sin debate dibuja nuevamente un supuesto superávit, conteniendo superpoderes y facultades delegadas que desnaturalizan toda “sintonía fina” . Lejos de estar blindados, es el preludio de la prórroga de la Ley de Emergencia e Impuesto al Cheque.
Es imprescindible atender a las provincias en rojo por $ 10.000 millones; modificar la distribución del 26 % de lo recaudado y terminar con la discrecionalidad en obra pública y viviendas. La situación de pobreza de uno de cada tres compatriotas nos interpela y sin inversiones de calidad no crearemos el empleo genuino necesario.
Una mayoría de ellos ejerció su derecho soberano votando a quienes ocultaron los datos de la realidad que ahora asoma impiadosa bajo un relato plagado de eufemismos y contradicciones . ¿Consolida a la democracia insistir en esa práctica nociva? ¿Los representantes en el Congreso debemos convalidar lo que sabemos de imposible cumplimiento?
