Míster Madoff pasea por Olivos
La comparación con el célebre agente de bolsa caído en desgracia se convirtió en un asunto de análisis entre los políticos locales entre los brindis de Año Nuevo. ¿Podría pasarles lo mismo a los “inversores” que apostaron durante años por Néstor Kirchner? La sensación que se instala es que el presidente les quita a unos para pagar a otros a un ritmo acelerado con octubre en la mira.
Cuando ya estaba rodeado por el FBI, Bernard Madoff llamó a sus gerentes de mayor confianza –que eran sus hijos– y les confesó que estaba quebrado y que su poder era una mentira que había logrado sostener por mucho tiempo, pero ya no. La fórmula mágica que le dio poder y riqueza es conocida como “esquema Ponzi”, una cadena de préstamos y colocaciones que va desplazando la pérdida en efecto dominó, quitándoles los ahorros a uno para pagar la deuda con el anterior, y así hasta el infinito. La clave era mantener la confianza de todos los inversores en el poder de Madoff: el día en que se abrió una grieta en esa ilusión de invulnerabilidad, la pirámide que parecía de piedra se derrumbó como un castillo de naipes.
Lo mismo, siguiendo la comparación, podría pasarles a los que apostaron varios años por Néstor Kirchner. La sensación que gana terreno por estos días en la política local es que el presidente les quita a unos para pagar a otros, a un ritmo de rotación que se acelera a medida que se acerca el turno electoral de octubre. No se trata sólo de dinero sino también de poder, según puede inferirse de la calesita de premios y castigos que hace girar a los funcionarios del Gabinete, y a los gobernadores, los legisladores, los dirigentes sociales, las empresas que hacen negocios con el Estado, e incluso los medios de comunicación.
En aparente proceso de despoder, Kirchner recurre una vez más a su viejo truco de doblar la apuesta, intentando mostrarse más poderoso. Sentado sobre un botín de poder y dinero cada vez más centralizado, Néstor será el gran expropiador y repartidor del año que comienza. Y el juego salvajemente pragmático de 2009 será precisamente el de ver quiénes se llevan las porciones más grandes del reparto K. Eso sí, sin quedar pegados al momento del derrumbe del glaciar patagónico.
Éste será el año en que las firmas contratistas del Estado pujarán por los miles de millones del paquete “keynesiano” anunciado por Cristina. También será el año en que los funcionarios kirchneristas encargados de distribuir esos contratos harán valer sin recato su derecho a participar de la alegría de la reactivación, llámese 15 por ciento de pizza con champán, o 15 por ciento de cordero patagónico y malbec. Habrá tironeos más tensos por la propiedad de empresas privatizadas. Es ahora o nunca. Como le dijo a este periodista un aguerrido empresario ultraoficialista: “Estoy harto de juntar las migajas de los Roggio, los Rocca y los Perez Companc”. También dijo que Néstor no tiene pasta de mariscal de la derrota, no es buen perdedor: “Cuando se retira, incendia y deja terreno arrasado a su paso”.
Este 2009 traerá una ola de pases de bando y de candidaturas sorpresa que por momentos alimentarán la percepción de que hay Néstor para rato. La cancha electoral se embarrará hasta dar asco; y el día después de las elecciones es posible que –a diferencia de lo que pronostican muchos analistas– el panorama de ganadores y perdedores, de oficialistas y opositores, quede todavía más confuso que el de hoy. Habrá denuncias cruzadas, y los carpetazos de Inteligencia con prontuarios de candidatos molestos lloverán sobre las redacciones periodísticas. Los medios K cobrarán demasiado cara su lealtad al Gobierno, y Cristina seguirá dirigiéndose a los periodistas –como hizo esta semana– no para hablarles de su gestión como Presidenta sino para darles lecciones de periodismo moderado. No le importará que alguna vez Horacio Verbitsky, en su libro Un mundo sin periodistas, haya explicado que la función del periodista es criticar, no justificar al gobierno de turno haciendo el inventario de sus aciertos. Para eso está la propaganda oficial.
