Mirar el problema de frente
Opinión de Gustavo Iaies
LaNación .com.ar – "¿Cuándo fue que cambió el Perú?", se preguntaba Mario Vargas Llosa en Conversación en la catedral , y podríamos parafrasearlo diciendo: ¿cuándo cambió la educación argentina y la escuela pública en particular?
Los resultados de la prueba PISA presentados en diciembre pasado nos enfrentaron a la evidencia de que estamos peor que en 2001, perdimos liderazgo regional y nuestra inequidad es creciente. En el medio, discutimos y promulgamos leyes; tuvimos campañas electorales, sin percibir que numerosas familias migraban a escuelas de gestión privada, que había jóvenes que abandonaban el sistema, que se deterioraba la calidad educativa de algunos distritos y mejoraba en otros.
Hirschman llamó a este fenómeno voice and exit , cuando una sociedad no puede hablar de lo que le ocurre y sale, escapa. Algo de esto pasa con nuestra educación: preferimos irnos o evadirnos, sin confrontarnos con nuestras crisis y nuestros éxitos.
Los resultados del Operativo Nacional de Evaluación de la Calidad, nos permiten formular algunas hipótesis.
El país necesita una política específica para el conurbano bonaerense y el Gran Córdoba, y esa no debería ser una responsabilidad exclusiva de cada provincia, ni de la política educativa.
Aumentar la inversión es importante pero no suficiente para mejorar la calidad. Además, es fundamental establecer en qué y cómo se gasta: mejores edificios, más y mejores materiales educativos, becas bien direccionadas deben recuperar la prioridad en el gasto educativo.
La calidad educativa mejora donde se logra sostener los equipos de gestión y las políticas en el tiempo. Terminemos con la idea de que "el que llega cambia todo porque ha descubierto que lo anterior estaba todo equivocado".
Los contextos sociales condicionan, pero no determinan. Las buenas políticas públicas pueden aumentar la equidad y la justicia educativa.
Y lo obvio: los chicos tienen que tener clases todos los días y dedicar el tiempo escolar a tareas de aprendizaje. Los maestros necesitan que se respete su autoridad para enseñar, pero deben capacitarse y asumir responsabilidades por los aprendizajes de los alumnos. Las escuelas no pueden ser sumatorias de aulas, sino proyectos pedagógicos articulados.
Parece obvio, y de hecho existen provincias que pueden hacerlo. Si contáramos con mejor información, podríamos detectarlas con mayor precisión y aprender de los que logran mejorar.
El ex presidente de Chile Ricardo Lagos decía: "En el Mercosur, cuando no pueden saltar una valla de un metro se proponen saltar una de dos". Volvamos a la de un metro. Establezcamos las responsabilidades; terminemos con la retórica de los "militantes de la escuela pública".
Defenderla es dar clases todos los días; son padres que apoyan a los maestros y directores que se comprometen con el aprendizaje de sus hijos; un Estado que garantiza los recursos que permitan que la escuela funcione bien, y alumnos y docentes que, cuando se esfuerzan, son reconocidos.
El autor de la nota es director de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
