Menem ganó en Perico y Kirchner en El Calafate
Por Andrés Malamud
ElEconomista.com.ar – El 28 de junio fue un feliz domingo para todos los argentinos: para dos tercios porque ganaron las elecciones, para el otro tercio porque las perdió por poco. Al parecer, el autismo no se fue en helicóptero en diciembre de 2001: viene incorporado al sillón de Rivadavia. En realidad, el escrutinio dejó ganadores, perdedores y algunas conclusiones. Para diputados, el peronismo habría ganado en catorce provincias (incluyendo la inefable San Luis), el radicalismo en siete (incluyendo la Santiago K) y otras fuerzas en tres (Neuquén, Capital y Buenos Aires). Esta distribución numérica es un calco de la del 30 de octubre de 1983. ¿Qué pasó entonces con el tan mentado nuevo sistema de partidos? Existe, ciertamente, en la mente de creativos asesores presidenciales. En la Argentina se mantienen incólumes dos espacios políticos: uno que encarna principalmente a los sectores populares (el peronismo) y otro que representa a los sectores medios (el panradicalismo). Las ilusiones de pasar a un sistema “europeo”, estructurado sobre el eje derecha-izquierda, fueron sólo eso. Los dirigentes pueden circunstancialmente moverse de un espacio al otro, pero los grupos sociales no. Y poner una pierna en cada lado no produce un puente superador sino un desgarro inguinal. Hoy el PRO navega a media agua. Para ganar la elección presidencial o para gobernar después, sin embargo, va a tener que decantarse hacia un lado.
Porque para ganar las elecciones necesita fiscales, y para gobernar legisladores. De ambos tiene pocos y, aunque el dinero ayuda a adquirir más, sólo el peronismo y el panradicalismo garantizan la cantidad suficiente. Los líderes del PRO están más cerca del peronismo, pero sus electores, salvo en el conurbano, tienen más familiaridad con el radicalismo. Faltando dos años para las próximas elecciones, el desgarro no es inminente pero sí inevitable. Tres presidenciables quedaron en pie: Reutemann y Cobos desembozados, Macri camuflado. Aunque varios gobernadores peronistas siguen en carrera, la probabilidad de ser el próximo presidente decrece en el orden formulado. ¿Y De Narváez? Se dice que la Constitución Nacional le veda la presidencia pero la provincial lo habilita para la gobernación. Se dice en los diarios, porque las constituciones dicen otra cosa: Artículo 89 de la Constitución Nacional: “Para ser elegido Presidente o vicepresidente de la Nación, se requiere haber nacido en el territorio argentino, o ser hijo de ciudadano nativo, habiendo nacido en país extranjero; y las demás calidades exigidas para ser elegido senador”. Artículo 121 de la Constitución bonaerense: “Para ser elegido gobernador o vicegobernador, se requiere: 1. Haber nacido en territorio argentino o ser hijo de ciudadano nativo, si hubiese nacido en país extranjero”. Dos hechos merecen destaque. El primero es que los constituyentes argentinos y bonaerenses sabrían mucho de política pero poco de gramática. El segundo es que, aunque las comas separando sujeto de verbo dificulten la lectura, las restricciones constitucionales son idénticas. Si De Narváez puede ser gobernador también puede ser presidente, pero si no puede una cosa tampoco puede la otra. Resta por saber si los que deberán inscribir su candidatura entienden mejor el idioma de los redactores de la Constitución o el de los billetes del candidato.
