Matrimonio feliz

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Kirchner volvió a pensar en construir poder, en lugar de dilapidarlo en forma compulsiva. Néstor cortó la racha de goles en contra, se entusiasman en el oficialismo. La necesidad de revertir la sensación de final de ciclo. La marcha del dólar. La preocupación de Cristina por las tasas y la desconfianza de los ahorristas. El dilema de la política económica en el año electoral.

CríticaDigital.com.ar – Néstor Kirchner volvió a ser, al menos por unos días, el de los primeros cuatro años. El que construye poder, en lugar de dilapidarlo compulsivamente. El político que lee la realidad y traza un horizonte. En lugar de imaginar molinos de viento, que espantan a la tropa, en charlas de Palacio con un grupo de amanuenses. “Nunca Néstor había hecho durante su gestión lo que hizo durante el primer año de gobierno de Cristina, no hay una explicación lógica”, repite asombrado el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, cuando repasa, en privado, los horrores políticos en los que incurrió durante el conflicto con las “patronales rurales”.

Con el acuerdo alcanzado con la Mesa de Enlace, el matrimonio presidencial logró, por primera vez en mucho tiempo, cambiar el resultado de una ecuación cuyo saldo fue siempre negativo. En lo político es una apuesta para revertir la sensación generalizada de “final de ciclo” del kirchnerismo como admite ante sus clientes del sistema financiero uno de los encuestadores favoritos del ex presidente.

Despejar esa impresión de final de ciclo también es fundamental en lo económico. No hay paquete de estímulo económico que alcance si la creencia, entre empresarios y consumidores, es que atrás de octubre se vislumbra el abismo. En un país que sufrió tres episodios de corrida bancaria en los últimos 18 meses era hora de guardar la pirotecnia.

Mantener la estrategia de la confrontación con la dirigencia rural, en un año en que gobernadores e intendentes del oficialismo necesitan dinero, pero también votos, parecía un libreto a medida del oráculo de Elisa Carrió. Y amenazaba con profundizar el éxodo en el justicialismo, donde Kirchner, como antes Menem, sumó voluntades gracias al irresistible imán del poder, sin importar afinidades ideológicas.

Nada garantiza que la jugada sea exitosa. La oposición –donde la ausencia de iniciativas e ideas superadoras es también notable– pondrá a prueba en las próximas semanas la cohesión de la mayoría parlamentaria del oficialismo con un proyecto de rebaja de retenciones.

Pero, igualmente, la novedad es que el Gobierno cortó una larga racha de goles en contra.

Numeritos I. Con la cotización de la soja de esta semana –alrededor de U$S 320 la tonelada–, las retenciones móviles ideadas por Martín Lousteau arrojarían una alícuota del 30%, en lugar del 35% fijo que rige actualmente. Sólo con la soja arriba de U$S 390 corresponderían retenciones como las actuales o superiores. Cinco puntos menos de retenciones, en base a estimaciones sobre la próxima cosecha, representarían unos $ 2.600 millones menos de recaudación para el fisco.

Fuentes del Gabinete reconocen que, a las cotizaciones actuales, habría que instrumentar un esquema de segmentación de retenciones para mejorar la ecuación de pequeños productores. Y evitar una nueva vuelta de la concentración económica.

Pero el tema no es fácil de introducir en la discusión parlamentaria. Sobre todo cuando las cuentas fiscales vienen flacas. El año pasado, con la soja arriba de 500 dólares, la recaudación creciendo al 40% y las exportaciones al 27%, la discusión con el sector rural era cómo repartir la prosperidad. Hoy, la recaudación crece sólo 15% y las exportaciones en enero se derrumbaron un 35%. La cuestión es cómo se distribuyen los costos del ajuste.

Numeritos II. El dólar cerró la semana a 3,65 pesos, con un aumento de 5,2% en dos meses. La suba contribuye a compensar parcialmente la baja de los precios agrícolas, mejorando simultáneamente los ingresos fiscales y la rentabilidad de los exportadores. También morigera los desequilibrios con los socios comerciales de la región. En el último año, el dólar en Brasil subió más de 50% y en Chile, 40 por ciento. En la Argentina se incrementó un 15 por ciento.

Sin la pompa de los anuncios de Cristina en el quincho de Olivos, el deslizamiento del tipo de cambio es la política de mayor impacto sobre el nivel de actividad de las efectivamente implementadas hasta ahora.

La escalada del dólar en los últimos dos meses para un país con una historia escabrosa en la materia es considerable, si se tiene en cuenta que los plazos fijos pagan 12% en un año. No es de extrañar que la demanda de divisas siga firme por parte de empresas y de compradores minoristas. Son los riesgos de la “devaluación gradual”, pero incesante. Si la devaluación continúa, los bancos deberán elevar las tasas que pagan a los ahorristas, a menos que alguien crea que renovarán sus depósitos en pesos por amor a la patria.

Por el contrario, la inflación en febrero no habría acusado el latigazo. Según la estimación de Ecolatina/Tomadato, en base a una canasta de 500 bienes y servicios en el Gran Buenos Aires, fue de 0,6%, lo cual marca una fuerte desaceleración de los precios. El último trimestre (diciembre-febrero) arroja una proyección para 2009 de 13,5 por ciento. En el último año, en cambio, la misma consultora había estimado una suba del índice de 21,7 por ciento.

La recesión y la deflación de alimentos a nivel internacional serían un ancla para los precios que la devaluación, por ahora, no levantó.

Dilemas. Cristina reclamó ayer a los bancos una rebaja de las tasas de interés que cobran por sus créditos. “Los bancos deben cobrar tasas acorde a los tiempos”, aseguró la Presidenta. Sin embargo, como en Estados Unidos, el problema en la Argentina no parecen ser las tasas, sino la ausencia de demanda. Los particulares todavía sostienen ciertos niveles de consumo. Pero las empresas no toman créditos para invertir. El fenómeno se explica, en parte, por la crisis global, que repercute sobre empresas multinacionales que en las últimas dos décadas pasaron a dominar la mayoría de los mercados.

Pero también golpea la incertidumbre local. El diagnóstico es el siguiente. El Gobierno necesita aplicar políticas fiscales anticíclicas, para evitar una recesión más profunda y por una cuestión de supervivencia en el año electoral. Sin embargo, sin un acuerdo con el FMI para cubrir vencimientos de deuda, él deberá echar manos a fuentes de financiamiento “alternativas” si insiste con sostener una política fiscal expansiva. La única fuente disponible son las reservas del Banco Central, que garantizan a su vez la estabilidad cambiaria.

Si, en cambio, apuesta a dar certidumbre sin tocar las reservas, la frazada fiscal quedará corta para obras públicas y transferencias de fondos a los gobernadores. Entonces peligrará la estabilidad política. En enero, las transferencias de recursos nacionales a provincias crecieron apenas 1,4%, el peor inicio de año desde 2002.

En el blog de Dani Rodrik, uno de los economistas de moda en Estados Unidos, se cita un informe de la OIT sobre los “paquetes de estímulo” anunciados por los gobiernos en 40 países. La Argentina figura con un monto total de U$S 13.200 millones, un 3,9% del PBI. Es una cifra que está en línea con el promedio, por debajo de países como China o España, que rondan entre 7 y 8% del producto. Sin embargo, Rodrik destaca la importancia de diferenciar entre medidas fiscales de impacto directo, como ser la obra pública o los gastos sociales, y medidas financieras o crediticias, cuyo efecto reactivador es incierto, mientras la gente y las empresas no estén dispuestas a endeudarse más en medio de la crisis. Ni siquiera a tasas cercanas a cero, como ocurre en Estados Unidos. Sacando la parafernalia de préstamos para autos, heladeras, bicicletas y otros consumos, la mayor parte de las obras públicas anunciadas por la administración K ya estaban en el Presupuesto 2009. La duda es cómo se van a financiar.

2GD. La 2GD (Segunda Gran Depresión), como la define el colega Miguel Olivera, un discípulo de Paul Krugman en la Argentina, alumbrará una nueva arquitectura financiera internacional, pero también un nuevo patrón en los flujos comerciales. Y esa situación obliga a redefinir la estrategia de integración y desarrollo. Sólo en algunos despachos sonó la alarma. Pero el tema todavía no llegó a Olivos.

En enero, la prowducción industrial en Brasil se desplomó 17 por ciento. Hay regiones enteras en la Argentina que venden la mitad de su producción al socio mayor del Mercosur. Y en los últimos años grandes empresas argentinas fueron compradas por compañías brasileñas con créditos en dólares del BANDES, que ahora sólo está abocado a salvar a las firmas que operan en su país. Esto recién empieza.

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