La recesión que el Indec no ve

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El saneamiento del instituto de estadísticas oficiales es una condición para recuperar la confianza y reencauzar la economía.

La Nación – La publicación por el Indec del Estimador Mensual de Actividad Económica (Emae) mostró para mayo de este año el mismo nivel de mayo de 2008. Si bien por primera vez este índice oficial dejó de mostrar crecimiento, expone una gran diferencia con las mediciones privadas que indican una fuerte caída del nivel de actividad.

Existe una situación recesiva comprobada por cifras conocidas e irrebatibles de la producción de bienes y servicios. Resulta notable que pueda negarse la caída de la economía cuando actividades tan relevantes como la producción de acero en los primeros cinco meses de este año se redujo el 43 por ciento; la de granos, el 34, y la construcción, el 3,1. La Unión Industrial Argentina ha estimado que la caída de su propio sector supera el 10 por ciento. Las importaciones, por su lado, muestran también en los primeros cinco meses de 2009 una reducción de más del 40 por ciento. El ingreso de maquinarias, cuya instalación tiene relación con la inversión, muestra las mayores mermas. No sólo la actividad se ha desplomado, sino también el esfuerzo de creación de capacidad productiva.

El sistemático falseamiento de las estadísticas oficiales, iniciado en enero de 2007 con el índice de precios al consumidor, tuvo seguramente dos propósitos. Uno de carácter político, que fue esconder la inflación. Otro, más material e inmediato: reducir la indexación de los títulos públicos ajustables emitidos en pesos.

La manipulación del índice de precios contaminó inmediatamente otras mediciones; por ejemplo, las de pobreza e indigencia. Es que la subestimación de los costos de la canasta básica pone artificialmente un mayor porcentaje de familias por sobre la línea respectiva.

En las mediciones de actividad, la subestimación de la inflación lleva a medir como incremento de producción física a los aumentos de ventas puramente inflacionarios en moneda corriente. Es posible que en parte esto haya ocurrido con el Emae, aunque sería inaceptable que un instituto de estadística no realizara cruzamientos de información y resultados para comprobar su consistencia. Peor aún, debe asumirse que la conducción del Indec sabe perfectamente de las manipulaciones y de sus efectos, lo cual, además, de ser inmoral e imperdonable, supone un alto grado de ingenuidad al presumir que nadie lo percibirá. Los propios empleados y técnicos del Indec salen mensualmente a la calle a denunciar la manipulación que se les obliga a realizar.

Esta evidencia ha sido y es motivo permanente de notas y comentarios críticos en medios locales y del exterior. Gobiernos y organismos internacionales de crédito han expresado su desagrado con la situación de nuestras estadísticas oficiales y han dejado en claro que mientras no se corrija este proceder, el gobierno argentino tendrá enormes dificultades para acceder al crédito. Las fuerzas políticas de la oposición se han expresado sin excepción por la necesidad de sanear las estadísticas y plantean esta cuestión como punto relevante en el diálogo convocado por el gobierno nacional. También los empresarios lo hacen como bien lo expresa el reciente documento de la Asociación Empresaria Argentina. La confirmación de la continuidad del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, brazo ejecutor de la política de falseamiento, parece confirmar, lamentablemente, que el Gobierno no tiene intención de corregirla.

La manipulación del Indec contribuye a aumentar el riesgo país y afecta no sólo al Gobierno, sino también al sector privado. La subestimación de la pobreza afecta a quienes la padecen, ya que no alerta la puesta en marcha o la intensificación de los programas de ayuda social. La incertidumbre estadística acentúa la incertidumbre y encarece el crédito de las empresas y el financiamiento del consumo, por lo tanto desalienta la inversión y reduce las ventas. Consecuentemente también destruye la producción y el empleo. Puede entenderse así que la recesión que afecta nuestro país está lejos de ser un mero coletazo de la crisis externa. El primer paso para salir de ella debe ser como mínimo su reconocimiento. A partir de allí deberán instrumentarse las políticas necesarias para recuperar la confianza y reencauzar nuestra economía. Pero el saneamiento del Indec es condición previa y necesaria.

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