La política de la irritación perpetua

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Por Joaquín Morales Solá

Algunos políticos (incluidos ciertos peronistas) se preguntan si los Kirchner no están buscando algo más que lo que aparece a simple vista.

¿Por qué decidieron pelearse hasta el agravio con Francia cuando ya las cosas no están bien con China ni con el resto de Europa? ¿Por qué negarle al Congreso el derecho a saber lo que sucede en medio de un escándalo de presunta corrupción? ¿Por qué perseguir a los opositores hasta el extremo de impedirle un acto político corriente a Felipe Solá? ¿Por qué en el discurso oficial prevalecen más los medios periodísticos como referentes opositores que los naturales opositores políticos?

Esos interrogantes encierran, a su vez, un misterio. La estela de irritación que deja detrás de sí el matrimonio presidencial eclipsó las conquistas, pequeñas o grandes, definitivas o coyunturales, que el Gobierno alcanzó en los últimos tiempos. Una batahola nueva dentro de un desbarajuste viejo sacó del primer plano noticias relevantes como la liberación del puente que une Gualeguaychú con Fray Bentos o el final del canje de la deuda en default desde hace casi nueve años. Lo del puente es un paréntesis, por ahora, y todavía resta un monto importante de deuda en default, pero cualquier progreso es mejor que la desidia de la derrota.

Las palabras de un embajador pudieron más, con todo, que el resultado de esos esfuerzos. Para peor, Eduardo Sadous no dijo en el Congreso mucho más que lo que ya le había confesado al juez Julián Ercolini. ¿Fue grave la declaración del ex embajador en Caracas? Lo fue, porque describió con palabras precisas lo que se ciñó durante mucho tiempo a una sensación generalizada: la relación de los Kirchner con Hugo Chávez no fue nunca transparente ni institucional. Valijas voladoras y dineros sin dueños se mezclaron en medio de esos trastos opacos.

La disputa por si hubo -o no- una "embajada paralela" en Caracas es innecesaria e irrelevante. La hubo. Sadous denunció que se enteraba por amigos venezolanos de las visitas furtivas a Venezuela de Claudio Uberti y del propio ministro Julio De Vido. Escándalo en el Gobierno. Son inventos de la prensa, dijeron. Pero, ¿cómo explica el oficialismo que en el largo proceso de sospechas sobre negocios turbios con el chavismo nunca se hayan mencionado los nombres de las dos embajadoras formales que sucedieron a Sadous, Nilda Garré y Alicia Castro? Ellas tampoco administraban los asuntos confiados a manos más amigas de kirchneristas puros. Seguramente Garré y Castro vivieron los mismos desplantes que sufrió Sadous; sólo es diferente el compromiso político con el kirchnerismo de las dos embajadoras sucesivas, que Sadous no lo tiene.

Razonablemente incapaz de destruir la evidencia, el Gobierno comenzó la tarea de demolición que mejor sabe hacer. Carlos Kunkel lo ametralló a Sadous en el Congreso con preguntas de descalificación; ninguna tuvo nada que ver con el centro del conflicto. De Vido lo acusó de ser un diplomático que se distraía "entre copetín y copetín". Vieja acusación de la política al cuerpo diplomático, que es uno de los pocos sectores del Estado argentino que conservó un grado de profesionalismo comparable con los estándares internacionales. Los Kirchner han usado aquel pretexto para ocupar las embajadas más importantes del mundo dando premios, castigos o exilios encubiertos.

¿Por qué semejante escándalo por la declaración de Sadous? Basta leer cualquier diario de los principales países del mundo para saber que las investigaciones legislativas existen y que el Poder Ejecutivo no tiene otra alternativa que acatar sus decisiones. La "confidencialidad" de los asuntos del Estado se refiere a su conocimiento público, pero no incluye al Parlamento, que es un brazo del Estado tan legítimo como el Ejecutivo.

¿Qué convirtió a Nicolas Sarkozy de amigo en enemigo de los Kirchner? El jefe del Estado francés conoció a Cristina Kirchner mucho antes de que ambos llegaran a la presidencia de sus países; la actual mandataria argentina quedó deslumbrada por la vocación de poder que descubrió en el entonces ministro de Jacques Chirac. Sarkozy la recibió luego, cuando ya los dos eran presidentes, y Cristina se entusiasmó con una relación privilegiada con París. El obstáculo fue la deuda en default con el llamado Club de París (que nada tiene que ver con París), porque Europa está fastidiada por la larga indiferencia argentina hacia esos compromisos caídos.

Quizá sólo sucedió que la Presidenta no encontró en Toronto otro motivo para sobresalir que un entredicho público con Sarkozy. Las diferencias de opiniones, muy duras a veces, son habituales entre los presidentes que gobiernan un mundo en crisis. No es ése el problema. El conflicto ocurre cuando es un jefe de Estado el que se encarga de hacer públicas las discrepancias y cuando, encima, su gobierno cava luego en la discordia con acusaciones agraviantes. ¿Qué respalda la imputación de que Sarkozy no defendió un punto de vista propio y legítimo, sino los intereses de los bancos franceses? ¿Por qué Cristina debe ser una heroína mientras Sarkozy es sólo un calculador? ¿Por qué hablar en esos términos de un presidente europeo cuando Europa está enojada con la Argentina por su constante violación de las normas internacionales del comercio y por su permanente olvido de la palabra dada?

El grado de estrés de la política argentina es, dentro y fuera del país, enormemente alto. El episodio que vivió Felipe Solá en San Nicolás fue sólo la versión corregida y mejorada de otros episodios que ya tuvieron como victimas desde Eduardo Duhalde hasta Ricardo López Murphy, pasando por Elisa Carrió y Julio Cobos. Un poco de violencia es siempre oportuna para el kirchnerismo. La intención no es amedrentarlos a esos dirigentes, porque no lo conseguirán, sino a eventuales simpatizantes para que piensen dos veces antes de ir a futuros actos de adversarios. El garrote para los políticos opositores y las palabras ofensivas para los periodistas y los medios periodísticos.

¿Qué tiempo le queda a la política y a la sociedad para deshilvanar las buenas cosas que también pasan? ¿Quién pierde con esa falta de tiempo si no el propio gobierno? La irritación perpetua es veneno para los serenos sectores medios de la sociedad, los mismos que el kirchnerismo trata vanamente de seducir. Pero nadie es seducido con eventuales mercancías a cambio de perder el sosiego de la vida.

CAPACCIOLI DISFRUTA DEL MUNDIAL EN SUDAFRICA

El ex superintendente de Servicios de Salud y recaudador de la campaña kirchnerista Héctor Capaccioli, a quien el juez Norberto Oyarbide aún no llamó a declarar como sospechoso en el caso de los medicamentos a pesar de la orden de la Cámara Federal, pasea estos días por Sudáfrica siguiendo al seleccionado argentino de fútbol. Dice estar "tranquilo". Conversó con un enviado de la agencia DyN cuando el ex funcionario salía, ayer al mediodía, del Museo Nelson Mandela, de Soweto. "Estoy tranquilo. ¿Ves?, estoy acá", dijo sonriente mientras comía una hamburguesa frente a la casa que ocupó Mandela, informó la agencia de noticias.

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