La impensada reunión de Bill y Kim
Por Maureen Dowd
TheNewyorktimes.com – Cuando veo al incorregible Kim Jong-il, me acuerdo de un insulto lanzado por el incomparable Billy Wilder.
Leon Wieseltier, el editor literario de The New Republic , estaba cenando con Wilder, hace años, cuando se mencionó el nombre de Swifty Lazar, un agente muy famoso y muy petiso. Dejando sus cubiertos sobre el plato, Wilder anunció: "Ese hombre debería colgarse de un bonsái".
Se sabe que el diminuto líder norcoreano ha puesto plataformas en sus zapatos para parecer más alto. Esta vez, exigió una estatura especial bajo la forma de una breve aparición del esposo de la diplomática de mayor rango de Estados Unidos. Desafortunadamente, no había ningún bonsái a mano. Pero los dos líderes posaron, rígidos como troncos de árbol, delante de un mural de olas.
Las brillantes sonrisas de Kim Jong-il no hallaron respuesta en Bill Clinton. Fue raro ver al recluido Kim tan entusiasta y al pícaro Clinton tan serio. Pero el sonriente norcoreano y el pétreo estadounidense sin duda disfrutaban de su momento de mutua relevancia.
El precio establecido por Kim para liberar a las dos periodistas estadounidenses encarceladas, Laura Ling y Euna Lee, fue regodearse, durante unas horas, en presencia del ex presidente que más quiso visitar Corea del Norte. Bill Clinton estaba dispuesto a doblegarse pero no a arrastrarse.
Hillary desató una rencilla internacional cuando dijo que, como madre, entendía que los norcoreanos eran simplemente niños impopulares e indisciplinados que se portaban mal para llamar la atención. Ahora, menos de dos semanas más tarde, esos chicos rebeldes han conseguido concitar toda la atención de su esposo. Tal vez fuera algún astuto plan de venganza norcoreana, la oportunidad de concentrar todos los reflectores en papá para castigar a mamá. Justo en el momento en el que Hillary había logrado abrirse paso nuevamente en el frente de la escena diplomática, fue borrada una vez más de la pantalla del radar por un enviado aún más poderoso: el hombre con quien vive.
Fue un momento único en los anales de la diplomacia. Bill fue celebrado como el deslumbrante estadista que podría haber cambiado el clima tormentoso que reina entre Estados Unidos y Corea del Norte, justo cuando Hillary iniciaba un viaje de 11 días por Africa. La persona a cargo de los asuntos mundiales desapareció todo el día de las noticias anteayer. El hombre que no ocupa ningún cargo dominó las noticias. ¿Su avión carreteando por la pista de Pyongyang con las dos mujeres excarceladas a bordo? ¡Grandioso!
Bill tuvo además la alegría de saber que había dejado atrás a tres hombres con los que había forjado relaciones -Bill Richardson, Jimmy Carter y Al Gore (para cuyo canal de TV trabajan las periodistas)- al recibir la asignación de rescatar a las damas en apuros.
Richardson, apodado "Judas" por James Carville después de que respaldara a Barack Obama durante la campaña, fue reducido al papel de comentarista de la CNN, dándole a Bill algunos datos sobre protocolo.
Especulaciones
Es divertido hacer especulaciones sobre si Bill y Kim comentaron el intercambio de insultos con Hillary. (Corea del Norte se burló de Hillary al decir que era "una dama divertida", que "a veces parece una chica de escuela primaria y a veces una jubilada que sale a hacer compras").
Una imagina a Bill relativizando el cuadro: "No te fijes en eso, Kimmie. Es una mujer maravillosa, pero a veces se va de boca. Tendrías que escuchar las cosas que me dice cuando se enfurece. Una adolescente rebelde de aquellas".
Los conservadores pusieron el grito en el cielo, naturalmente, y dijeron que el viaje de Clinton serviría a los norcoreanos como propaganda para encubrir el hecho de que no paraban con su jueguito de las armas nucleares. Pero los matones de Bush no tienen credibilidad diplomática. Se pasaron ocho años haciendo desastres, y, en el caso de Corea del Norte, perdieron el partido por 6 a 0: cero reuniones con Kim y suficiente plutonio para seis bombas nucleares.
Bill Clinton traerá de regreso información valiosa sobre la salud mental y física de Kim. Si hubiéramos tenido esa información sobre el despreciado Saddam, habríamos sabido que el hombre estaba cayendo en su propia espiral de desgracia.
Hillary y Obama parecen más grandes cuando comparten la escena con otros actores talentosos. Y tal vez finalmente Barack y Bill hayan empezado a dejar atrás su pelea de Carolina del Sur, sin necesidad de una foto memorable que registre una cumbre con ambos bebiendo cerveza
