La igualdad entre sexos

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Por Mabel Bianco

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer es una oportunidad para hacer un balance sobre la igualdad entre mujeres y hombres en Argentina. Algunos dirán que ya la alcanzamos porque una mujer ocupa la Presidencia de la Nación. Vale preguntarse: ¿tener una mujer presidenta garantiza políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres? La respuesta es no, porque estas políticas requieren un plan del gobierno en ese sentido, algo inexistente hoy en Argentina. En países con ese plan, tener una mujer en la presidencia sí es útil, como ocurrió en Chile con Michelle Bachelet.

La igualdad entre mujeres y hombres es un antiguo reclamo que desde 1975, en la primera Conferencia Internacional de la Mujer en México, se planteó como un desafío. El Plan de Acción de la Conferencia de Beijing en 1995 y luego el consenso de Quito en 2007 constituyen la mejor guía hacia la igualdad. Ambos documentos, consensuados y aprobados por todos los países del mundo y de la región respectivamente, fijan los lineamientos que gobierno y sociedad deben transitar para que esas metas se concreten y sean una realidad en la vida cotidiana de su ciudadanía.

Cuando la perspectiva de género guía las políticas públicas actúa promoviendo la igualdad. Analizar los actuales programas de gobierno desde esa perspectiva nos permite evaluar en qué medida se promueve la igualdad. El Plan Familias, destinado a personas desocupadas, principalmente mujeres con hijos, significó un apoyo económico evidente, pero reforzó el tradicional papel de las mujeres limitado al trabajo en el hogar y al cuidado de los hijos; esto atenta contra la igualdad ya que ambas tareas deben ser una responsabilidad compartida entre mujeres y hombres. La democracia en la familia es necesaria para que exista paridad de unas y otros en el ámbito público. Otro ejemplo de esta falta de políticas igualitarias es la inexplicable demora en la reglamentación de la ley de violencia contra la mujer, aprobada en marzo de 2009. La violencia contra la mujer es el caso más extremo y extendido de desigualdad de poder entre mujeres y hombres. La ley da un marco de políticas públicas para su atención y prevención. Un año después de sancionada ni se reglamentó ni tiene presupuesto para implementarla, retraso que impide su aplicación con graves consecuencias para la vida de las mujeres. Los luctuosos casos recientes lo evidencian con claridad.

Si miramos a la Ciudad de Buenos Aires, el panorama es también desalentador. No sólo no se implementaron políticas igualitarias, sino que se eliminaron algunas que se habían establecido en gobiernos anteriores. Así, la Ciudad que había sido pionera en este aspecto ahora retrocedió sin miras de recuperarse, con una Dirección General de la Mujer sin jerarquía ni presupuesto, y con un gobierno carente de políticas igualitarias en todos los sectores.

La ausencia del enfoque de paridad de los gobiernos nacional y de la Ciudad, se refleja también en la participación de mujeres en cargos de decisión. Tener más mujeres en el gobierno no es sólo una formalidad, es demostrar con hechos el respeto a la igualdad. No podemos aducir que carecemos de mujeres capaces para ocupar estos cargos, porque las hay. La creciente desigualdad y el aumento de la brecha de género respecto a la pobreza, el acceso al trabajo formal y seguro, las diferencias de ingreso, y el acceso a la salud, especialmente la sexual y reproductiva, evidencian la necesidad de inclusión de las mujeres en las estrategias para enfrentar estos problemas. Asumir la igualdad en la participación política y en las políticas públicas es el camino para una sociedad más justa y ahora también ¡es un imperativo ético!

*Secretaria de Familia, Niñez y Adolescencia, Comité Nacional UCR.

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