La Gran Crisis del siglo XXI
Por Horacio Casabé
EscenariosAlternativos.org
CRISIS GLOBAL
Cuando una empresa entra en crisis, y muchas veces esa crisis se cristaliza en una convocatoria de acreedores o directamente en una quiebra, siempre hay un detonante. Un cheque rechazado, el cierre de las cuentas bancarias, un embargo, la ejecución de una hipoteca, etc. Pero se tratan de factores determinantes, síntomas de una crisis que se esta gestando desde tiempo atrás.
Por eso se debe hacer un rastreo, una suerte de mapa genético de la crisis, para conocer los orígenes de la misma, acertar en el diagnóstico, y encontrar las soluciones adecuadas al problema.
La impactante crisis global que afecta al mundo en estos días, también ha tenido sus detonantes.
Los llamados créditos tóxicos pulverizaron al sistema financiero internacional en cuestión de semanas. Préstamos hipotecarios otorgados sobre inmuebles sobrevaluados, y otorgados sin el debido análisis sobre la capacidad de pago de los deudores. Con fondos obtenidos muchas veces desde muy lugares muy distantes, provenientes en un sinnúmero de casos de jubilados que confiaron sus ahorros en este tipo de operaciones, seducidos por elevadas tasas de interés.
La caída ha sido violenta, aparentemente imprevista. Como aquélla anécdota de una persona que sobrevivió a una caída libre desde un piso ochenta. Contó que la verdadera noción del derrumbe la había tenido en el último piso, los otros setenta y nueva creía que estaba volando.
Pero aquí, además, hablamos de dinero. El escritor británico Charles Mackay, escribió una historia de las crisis financieras, "Delirios extraordinariamente populares y la locura de las multitudes".
En ella relataba que "El dinero con frecuencia ha sido causa de delirio de multitudes. Naciones sensatas se han convertido de repente en apostadoras desesperadas y han arriesgado casi su existencia misma por el valor de una hoja de papel. Se ha dicho que los hombres piensan en rebaños; se verá que también enloquecen en rebaños, mientras que suelen recobrar la cordura lentamente, uno a uno."
Parece un relato de estos días turbulentos. Sin embargo se trata de una publicación efectuada en Londres, en 1841. Pero en este análisis no nos remontaremos tan atrás en el tiempo.
Sin dejar de destacar que estamos probablemente frente a la crisis más grande desde la iniciada en 1929. Aquélla también comenzó en ese año con una crisis bursátil y financiera. Un año después, en 1930, desembocó en la economía “real”, con desempleo, pobreza y hambre. Durando tres dramáticos años, hasta que el “New deal” de Roosvelt revirtió la situación.
Son muchas las coincidencias de la crisis de estos días con aquélla. Pero también hay diferencias, y enseñanzas de aquélla debacle.
En la actualidad la participación del Estado en la economía es mucho más significativa.
Asimismo, la intervención de los países centrales, más allá de la improvisación, el desorden, y la precaria coordinación, está siendo mucho más rápida que en aquél entonces.
Volviendo a la búsqueda de los orígenes de la crisis, podríamos retrotraernos al año 1971.
En ese año, durante la presidencia de Nixon, los Estados Unidos abandonaron definitivamente el “anclaje” del dólar con el oro.
Así se cambió un astro, el oro, por otro nuevo (un papel moneda), el dólar americano.
Comienza entonces una era de libre flotación de las monedas, pero sin convertibilidad metálica.
Esto se traduce en el comienzo de una fuerte expansión financiera. No exenta de tropiezos, como la crisis de petróleo cuando promediaban los setenta, o la crisis bursátil de 1987.
Pero esta etapa arrolladora del capitalismo termina minando las bases económicas del comunismo, concluyendo con la implosión de la Unión Soviética, y la caída del Muro de Berlín en 1989.
Se produce entonces lo que Helio Jaguaribe llama la “descomunización” del mundo.
Desaparecido el enemigo de la guerra fría, Estados Unidos sienta las bases del nuevo modelo económico para el mundo emergente, y el que se integraba a occidente luego de años de colectivismo.
Nace en 1990 el llamado “Consenso de Washington”. En el armado de este nuevo mundo, ahora unipolar, rigen nuevas reglas. Privatizaciones, para absorber las riquezas y los servicios que estaban en manos del estado.
Disciplina fiscal, en armonía con un menor gasto público. Desregulación, necesaria para desarrollar el libre mercado, e intensificar el comercio internacional.
Reformas tributarias, menos sensibles a principios de equidad y justicia social. La teoría del “goteo”, o derrame de la riqueza, supliría modelos impositivos que “castigaban” en exceso al capital privado, y a las demandas redistributivas. Todo en un marco de amplia libertad de inversiones extranjeras, tasas de interés, circulación de capitales, transferencias de divisas, y firme protección de los derechos de propiedad, mediante el modelo de patentes industriales. Así, la economía virtual comienza a “despegarse” geométricamente de la economía real (la del trabajo y la producción).
Pero en un mundo aparentemente unicolor, también hubo voces de alerta.
Roberto Mangabeira Unger, actual ministro de planeamiento del gobierno de Lula, convocaba a “desarrollar una economía rebelde y a abandonar la fantasía de que es posible salvarse obedeciendo al mercado”, también afirmaba que “Latinoamérica debe abandonar la fantasía de salvarse por obediencia”. Quizás en los noventa la Argentina haya sido la más obediente.
También el entonces presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso alertaba sobre la aplicación irrestricta de los paradigmas del Consenso de Washington. Pero hasta en la poderosa Europa se escuchaban advertencias.
El ex primer ministro de Italia, Massimo D´Alema, en un trabajo del año 1998, señalaba que se debía congeniar la “liberalización” con la “regulación”.
Al respecto también se refirió Jacques Attali –asesor de estado durante la presidencia de Francois Miterrand- en su trabajo de 1998 titulado: “¿La globalización disparó una economía de pánico?”. Allí señalaba: “Otra vez caminamos como por el borde de un precipicio: en medio del crecimiento más sólido de la historia, la economía mundial podría desmoronarse en una recesión planetaria en la que la democracia de muchos países podría ser la principal víctima. Efectivamente, el pánico puede destruir la economía real.”
Hasta Kofi Annan, secretario general de la ONU a fines del siglo pasado, en 1998 se refería al “peligro moral”, que involucraba tanto a “prestamistas imprudentes como a tomadores de crédito irresponsables”. Además apreciaba que aún exitosa la teoría del “goteo” o “derrame” de los más ricos hacia los más pobres llegaría recién en el largo plazo. Y que en el largo plazo los necesitados podrían estar muertos.
Un trabajo de mi autoría, preparado a fines del año 2000 para la Cátedra Abierta de Globalización de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, planteaba que los procesos expansivos del capitalismo ya habían ocurrido en el pasado, como había acaecido con la expansión británica de fines del siglo XIX, pero que habían experimentado avances y retrocesos notorios. Retrocesos que “no podrían descartarse que puedan volver a ocurrir en el futuro”.
Pero los adoradores del mercado, y el crecimiento económico aparentemente imparable, preferían escuchar la melodía de Francis Fukuyama, que pregonaba el “fin de las historia”, y la instalación definitiva del modelo económico neoliberal, que resolvería todos los problemas.
Pero el mundo periférico sufría convulsiones económicas, que evidenciaban síntomas de un modelo en peligro.
A la crisis del Tequila de México en 1995, siguió la de Rusia de 1998. La fuerte devaluación del real de principios de 1999. Y las profundas crisis de Turquía y Argentina del 2001.
Los dramáticos episodios de la Torres Gemelas en setiembre de 2001, no hicieron más que profundizar la visión de un mundo unipolar. En una reacción inversa frente a un acontecimiento conmocionante, se despreciaron, aún más, a los organismos multilaterales y a las organizaciones internacionales.
Pero ahora, la primera potencia del mundo, abandonaba en aras de una política guerrera, los preceptos del equilibrio financiero y el superávit fiscal.
Más de un lustro de abultados déficits fiscales y comerciales, terminaron poniendo en jaque a la primera economía del mundo.
Tampoco se reparó que al razonable espíritu de lucro del capitalismo se lo había “infectado” con el germen de una especulación sin límites.
La sobreabundancia de capitales sin control derrumbó empresas de años de trayectoria, como los casos de Enron, Worldcom, Parmalat, entre otras.
Luego la especulación sacudió a las punto com, llevando sus valores a niveles mínimos, luego de una escalada desorbitada.
Más adelante atacó el sector financiero, mediante maniobras poco transparentes, conocidas como los derivativos. Especulación pura, y negocio de unos pocos. Circunstancia que permitió que los “creadores” de tan ingeniosas maniobras, CEOS (chefs executives officers) de las corporaciones multinacionales, que ganaban hace una década treinta veces más que el promedio salarial de la empresa, ahora ganasen casi cuatrocientas veces más. Y todo para llevar, en muchos casos, a la quiebra de las compañías, con el consecuente desempleo, y angustia de miles de familias. Ni los commodities se salvaron del contagio de la especulación financiera.
Durante los primeros meses del 2008, la soja casi triplicó su valor. Hoy su precio se desploma. Como ocurre con el petróleo, y otros productos primarios. Y así se construyó un mundo totalmente desproporcionado.
En los últimos treinta años, mientras el PBI mundial crecía a un ritmo del 3,5% por año, el comercio internacional un 6%, y la inversión extranjera un 7%, los préstamos lo hacían un 8%, pero el comercio y circulación de divisas crecía a un espeluznante ritmo del 25% por año. Sin controles, sin regulaciones. Esa falta de controles permitió que los capitales privados, que entraban y salían sin regulación adecuada en los países emergentes, creciera un 850% en los últimos treinta años, mientras que el PBI sólo lo hiciera un 350%, en el mismo período. Ese descontrol, y bruscos movimientos de capital, provocaron nuestras consabidas crisis financieras y económicas.
El destacado matemático Max Dickman estimó que la circulación financiera creció cincuenta veces más que el PBI mundial.
Tampoco fue cierto el paradigma del mercado libre. Los países desarrollados subsidian a sus productores agrícolas con más de 300 mil millones de dólares al año.
Casi mil millones por día que afectan seriamente las economías de los países en vías de desarrollo.
Tampoco parece muy libre un mercado que muestra que el 40% del comercio es intrafirma.
Empresas privadas grandes y dominantes, frente a estados empequeñecidos. El resultado se traduce en falta de infraestructura, malos servicios comunales, y hasta la quiebra de varios municipios.
Estados Unidos no escapó al modelo de concentración y deterioro del estado, baste recordar la incapacidad y falta de previsión paras hacer frente al huracán Katrina, que dejó bajo el agua a la mitad de la ciudad de Nueva Orleáns.
Se construyó también un mundo muy desigual. En el cual el 15% de la población posee el 80% de la riqueza total. Dónde las 200 personas más ricas del planeta capturan la renta generada por el 45% de la población (más de 2.500 millones de personas). Esto llevó la brecha entre los países ricos y pobres, de nueve veces en el siglo XIX, a más de sesenta a finales del siglo XX.
No escapa a la regla la primera potencia mundial. En Estados Unidos, el 1% dispone del 40% de la riqueza. Uno de cada seis niños se encuentra bajo el nivel de pobreza, y once millones de ellos no tienen cobertura médica. El nuevo presidente Barak Obama tiene por delante una empresa harto difícil.
Encuentra un país con el más alto desempleo en los últimos quince años, de casi el 7%. Una inflación del 4,5% anual, que triplica la del 2002. Asimismo aquél superávit de 600 mil millones de dólares del 2002, se transformó en un déficit de medio billón en 2008.
La deuda pública supera en la actualidad los 10,5 billones, el doble del 2002. El sueño se transformó en una pesadilla. La crisis golpea, la economía se llama a la realidad, con un inédito y violento ajuste.
El centro de la tormenta parte de los países centrales, pero se expande y contagia a los emergentes. Baste ver el caso de Brasil, con una devaluación imprevista del 50% en cuestión de días. Hasta aquí el diagnóstico, y la búsqueda de las causas de la gran crisis. Pero, entonces, ¿qué va a suceder?
Resulta todavía difícil conocer la magnitud del daño, ni los alcances definitivos.
Sin embargo hay fuertes impresiones, indicios sobre la profundidad y el alcance de la crisis.
A saber:
1. Se trata de la crisis más grande desde la de 1929.
2. El impacto financiero y bursátil se transferirá inevitablemente a la economía productiva, traduciéndose en una fuerte recesión mundial.
3. No se puede estimar la duración de la crisis. Pero aún los más optimistas calculan al menos un año. Otros hablan de tres a cuatro. Lo cierto es que parece que el 2009 está perdido, y hay que pensar del 2010 en adelante.
4. Se observarán fuertes tensiones sociales. Especialmente en Europa, agravada por las oleadas de inmigrantes, quienes no encontrarán trabajo.
5. Hay países emergentes del este europeo que tienen deficits de cuenta corriente muy grande y dependen mucho del crédito, son los más expuestos.
6. América latina tiene reservas internacionales importantes, lo que le da a la región cierta capacidad de respuesta. Pero va a ser difícil usarlas por cuenta propia, sin apoyo internacional, porque en el momento en que se gastan surge la desconfianza de los mercados. Se produce entonces el llamado “fly to quality”, es decir “escapar” hacia mercados hipotéticamente más seguros. Esta fuga de capitales es notoria en Brasil y Argentina.
7. Los países emergentes también serán afectados. Aún así, los productores de alimentos, se verán menos incididos.
8. La recuperación será dentro de los paradigmas convencionales del capitalismo, con fuertes ajustes, y cambio en el tablero de posiciones en el mundo. Se estima una mayor preponderancia del llamado grupo BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Rusia acumula y produce fuertes reservas de oro. Asimismo China ha comprado oro en forma constante en los últimos tiempos.
9. El dólar, que ha subido coyunturalmente, podría perder terreno. No sólo en su cotización, sino también como moneda casi exclusiva de referencia internacional.
10. La incertidumbre de los mercados financieros y bursátiles podría derivar las inversiones en otros activos. Los recursos naturales se podrían apreciar significativamente.
11. La clave de la recuperación pasará por los niveles de productividad e innovación tecnológica. En este sentido, los Estados Unidos llevan una ventaja considerable sobre Europa. También, dentro de los países centrales, aparece como una economía, si bien más cruel, mucho más ágil.
12. Habrá fuertes reclamos, especialmente de los países en desarrollo, de un nuevo orden financiero internacional, con reformas profundas en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
13. Será necesario revisar el comportamiento ético empresario. Un activo de la nueva etapa será lo que se conoce como Responsabilidad Social Empresaria (protección del medio ambiente, condiciones laborales dignas, salarios justos, límites a los gastos y remuneraciones excesivas, etc.).
Superada la tormenta; ¿Cabe la esperanza?
Los cimientos de una nueva etapa tendrán que basarse en la recuperación de la multipolaridad, mediante la reconstrucción y fortalecimiento de los organismos multilaterales.
Será necesario reemplazar el imperio de la violencia y de las armas, por el imperio de la prudencia, la serenidad, la sensatez y el consenso internacional. Requisitos esenciales para construir un mundo más equitativo.
ARGENTINA FRENTE A LA GRAN CRISIS
Antes de aterrizar en nuestras latitudes, resulta conveniente hacer un paneo general.
Un país con más de dos millones setecientos mil kilómetros cuadrados, con un sesenta y cinco por ciento de tierra utilizable (entre agricultura y pastoreo), con casi dos cabezas de ganado (bovino, caprino, porcino y equino) por habitante, con abundantes ríos (muchos de ellos navegables), una tasa de alfabetización del 96%, y un promedio de vida de setenta años.
Pero cuyo PBI, no alcanza al 0,4% del total del mundo.
Además, comparativamente, vemos que Brasil supera nuestro PBI en casi en seis veces (hace unas décadas sólo nos duplicaba). También tiene un PBI per cápita mayor, dada la movilidad social ascendente, perdida en nuestro país.
También Chile supera nuestro PBI por cápita en más de un cincuenta por ciento.
En la región, Méjico es tres veces y media más grande, en términos de producto bruto total.
Menciono a estos países ya que, por ejemplo, en los noventa nos ilusionamos con las inversiones españolas (hoy severamente cuestionadas); así como en el siglo que se inicia soñamos con la magia de un alud de dinero proveniente de China (se habló de más de veinte mil millones de dólares).
La integración regional, muchas veces resistida en Argentina, parece ser una opción consistente en el tiempo.
Tanto como las inversiones brasileñas, que abarcan rubros tan diversos como la cerveza, hasta el petróleo, pasando por el cemento.
Sin perjuicio de ser las únicas que se animan (por intereses comunes) en obras de magnitud, como podría ser el acuífero guaraní.
Dada la escasa dimensión de nuestro país, deberíamos entender que el mundo es una oportunidad para la Argentina, y no viceversa.
Problemas endógenos y anteriores:
La Argentina enfrentaba una serie de inconvenientes antes de la precipitación de la crisis global.
Repasemos los principales:
1. Alta inflación. Con el agravante de la alteración y la desconfianza de las estadísticas oficiales. Pareciera ser que como el gobierno no pudo controlar la carestía, optó por controlar el INDEC.
2. Licuación de la ventaja competitiva consecuencia de la mega devaluación del año 2002. Se han encogido las ventajas cambiarias, generando fuertes resistencias en el campo y la industria, que demandan correcciones. Aquí aparece el dilema de la inflación.
3. Puja distributiva por el atraso salarial. Los asalariados, y quienes tenían ingresos fijos, fueron los “patos de la boda” de la devaluación real más grande de nuestra historia económica.
4. Abundantes subsidios estatales, cruzados y poco transparentes. En los últimos años han representado alrededor de un 3,5% del PBI. Correspondiendo el 70% de los mismos a subsidiar la energía. Estos mecanismos han distorsionado significativamente el sistema de precios.
5. Si bien el Estado Nacional exhibió superávits fiscales robustos, la contracara son los déficits provinciales. Por la alteración del régimen de coparticipación, las provincias cedieron a la Nación en 2008 más de 30 mil millones de pesos. La Provincia de Buenos Aires, acumula en lo que va del año un déficit de más de 6 mil millones de pesos.
6. Como consecuencia de los desequilibrios señalados en el acápite anterior, se agravó la nación dependencia de las provincias, con elevados endeudamientos. La Provincia de Buenos Aires tiene una deuda superior a los 40 mil millones de pesos.
7. Aún con saludables cuentas fiscales nacionales, las demandas internas, y los compromisos externos pronosticaban un encogimiento del superávit fiscal. También el comercial, como consecuencia de la paulatina pérdida de ventaja cambiaria.
En este escenario; ¿Cómo afectará la crisis global a la Argentina?
ASPECTOS NEGATIVOS
1) La baja en el precio de los commodities afectará las cuentas fiscales y del comercio exterior. Puede producirse una reversión del modelo de superávits gemelos.
2) Menor demanda externa de nuestras exportaciones, como consecuencia de la recesión mundial, y especialmente por la fuerte devaluación del Real brasilero.
3) Fuga de capitales. Pese a que la crisis se origina en los países centrales, los periféricos sufren la fuga de divisas. Entre el 1/7/2007 y el 30/6/2008 se produjo una fuga de capitales en nuestro país de más de 20 mil millones de dólares.
4) Un menor crecimiento de la economía repercutirá en una menor recaudación de los impuestos internos (IVA, Ganancias, Bienes Personales, etc.); complicando el panorama fiscal.
5) Aparecen problemas para cubrir pagos de la deuda externa en 2009. Los compromisos el año próximo superan los 8.000 millones de dólares. Probablemente esta ha sido una de las causas de la estatización del sistema previsional privado.
6) La política asistencialista y de salvataje que se observa en el mundo, tiene grandes limitaciones en nuestro país. Las “inyecciones” monetarias pueden derivarse a la compra de dólares, agravando la fuga de capitales.
7) Aparecerán síntomas de recesión, especialmente en la industria automotriz, la construcción y la textil. Un síntoma evidente es el reclamo de las centrales obreras de suspensión de despidos, o de triplicar las indemnizaciones.
8) La política tan aplaudida de prudencia fiscal en el último lustro, puede transformarse en contraproducente, agravando la menor actividad o directamente convertirse en una política recesiva.
9) Comienza a afectarse el sector financiero. En octubre de 2008, se han perdido depósitos por más de 7.000 millones de pesos.
10) La austeridad, y las medidas anticrisis se enfrentan con las necesidades propias de un año electoral como es el 2009.
ASPECTOS POSITIVOS
1) La fuerte caída del precio del petróleo y del gas implicarán menores subsidios, precios más próximos a los de mercado, y menos sacrificio fiscal.
2) Como consecuencia de la desaceleración económica, es probable que se reduzcan las importaciones. Esta circunstancia atenuaría la disminución del superávit comercial.
3) El aislamiento financiero argentino desde la declaración unilateral del default, y la actual relación deuda pública sobre PBI, permiten “amortiguar” la exposición del país frente a la crisis internacional.
4) La desaceleración de la economía operará como una medida “natural” y automática contra la inflación.
5) También la sobreproducción, y la reducción del valor de las monedas de intercambio, se traducirá en importaciones más baratas. Ayudará a contener la inflación y a no disminuir tanto el superávit comercial. La desventaja será la fuerte competencia con los fabricantes locales. Textiles y juguetes podrían perjudicarse significativamente.
6) Cuando se deba acudir a los organismos multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial, habrá un mayor grado de comprensión y tolerancia con los países emergentes.
7) Más allá de la recesión internacional, es probable que la demanda de alimentos no se resienta tanto como el resto de los productos.
Si bien existen tantas incertidumbres como con la crisis mundial, se puede intentar un pronóstico para el año entrante.
A saber;
• El año 2009 será muy complicado. Agravado por el clima electoral, y la recesión de algunos sectores. Con los consecuentes despidos, suspensiones, encarecimiento del crédito, y el deterioro de los superávits gemelos.
• Puede haber problemas cambiarios. Al gobierno le sobrarán pesos, pero le faltarán dólares para hacer frente a sus obligaciones. Esto significaría algún riesgo de disminución de las reservas monetarias. El Banco Central deberá extremar su prudencia.
• Pueden plantearse controversias y contradicciones entre las medidas proactivas (ej. Mayor obra pública) y las anti inflacionarias (achicamiento del gasto público).
• Hasta hoy el sistema bancario aparece consolidado. Pero si se incrementa la desconfianza, alentada por olas de rumores en un clima electoral enrarecido, puede haber serias complicaciones.
• Es probable un regreso al FMI. Si bien habrá mayor comprensión y menos exigencias, habrá presiones por resolver la deuda con los bonistas que quedaron afuera de la refinanciación (“hold outs”), y con el Club de París.
Aquí también podríamos preguntarnos si hay lugar para la esperanza.
En momentos de crisis se impone una materia pendiente en la historia argentina.
La búsqueda de consensos, y procurar una concertación social.
Estableciendo cuestiones de Estado, que se aparten del debate electoral doméstico.
Políticas energética, previsional, de distribución del ingreso, y exterior merecen ser trazadas de consuno y con un horizonte extendido en el tiempo.
También resulta imprescindible mejorar la calidad institucional, con miras a construir un país más previsible.
Por otra parte, si bien la oposición debería ser más constructiva, el gobierno debe ser menos autista, más democrático, y más transparente.
