Esta noche me emborracho con botellas de efedrina
Durante tres meses, 180 jóvenes que cobraron mil dólares por cada viaje usaron el método del precursor diluido para sacarlo del país. Los mismos narcos que montaron el laboratorio en Maschwitz ofrecieron un millón de dólares por una bodega en Mendoza para usar como fachada.
CríticaDigital.com.ar – A lo largo de 90 días, entre noviembre y enero, 180 jóvenes mexicanos usados como mulas por un cartel de ese país sacaron de la Argentina, en vuelos hacia el DF, alrededor de una tonelada de seudoefedrina disimulada en botellas de vino blanco. “Cada día llegaban dos y se iban dos. Y cada uno llevaba entre cuatro y seis botellas en sus valijas. Cobraban mil dólares por viaje”, contó un investigador.
Los narcos descubiertos en julio en un laboratorio clandestino de Ingeniero Maschwitz, antes de conseguir grandes proveedores del precursor químico, habían aplicado un proceso habitual en sus pagos para extraer la efedrina de un medicamento legal. Luego la diluían en agua logrando un líquido de color ámbar, similar a un vino de mesa. Envasada en botellas de litro y medio de la bodega Viñas de Balbo, la mandaban a México, usando el ya clásico sistema de correos humanos.
La historia, que ilustra la primera etapa de instalación de las células de carteles mexicanos en el país, se supo porque un remisero de Pilar y un sommelier de Puerto Madero –liberados tras sus declaraciones en el juzgado federal de Campana— decidieron hablar.
EL CHOFER. En la sucesión de allanamientos que se inició con la ruta de la efedrina, los investigadores llegaron a dos casas del barrio cerrado Irízar de Pilar que habían sido alquiladas por el supuesto líder de la banda, el prófugo Jesús Martínez Espinoza.
En la calle Tucumán 220 se encontraron con un laboratorio desmantelado hacía un tiempo. Aunque tenía algunas similitudes con el descubierto en Maschwitz, a primera vista parecía hecho para otra cosa. Eso fue lo que comenzó a aclarar el remisero Iván Omar Albornoz casi apenas lo detuvieron. Esmirriado, morocho, de ropa deportiva sin marca, zapatillas, pelo corto, de 27 años, se sabía en problemas desde que cayeron sus ex patrones, y más desde que vio por televisión las derivaciones del triple crimen, del que fueron víctimas Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. Cuando lo detuvieron, el martes, y se sentó ante los instructores judiciales de Campana, era un hombre dispuesto a hablar. Empezó a la una de la madrugada. Se paró a las seis.
Durante cinco horas contó cómo lo reclutaron cuando era empleado de una remisería de Pilar y le tocó llevar a un mexicano rechoncho y simpático, “don Jesús”. Después de algunos viajes el hombre le propuso que fuera su chofer por un sueldo mensual de 3.000 pesos. A comienzos de noviembre comenzó por prestar su nombre para la compra de un SEAT León color rojo, el que manejaría para llevar y traer a Martínez y algunos empleados.
“Parecen sofisticados pero increíblemente le dieron confianza a una persona del montón, que ahora lo cuenta todo”, dijo ayer una fuente judicial. Hacia diciembre no era necesario que le explicaran de dónde venía la prosperidad de sus patrones. “Martínez era el químico que supervisaba los experimentos”, le dijo a los investigadores. Cuando don Jesús no estaba, contó, la producción se paraba. “Pero eran muchos. Enseguida empecé a llevar gente a Ezeiza. Buscaba a dos. Traía a otros dos”.
Ahora a los investigadores les queda claro que cuando los mexicanos aún no contaban con proveedores de efedrina –como Sebastián Forza, de quien se piensa les vendía el insumo químico a los narcos– procedían como en su propio país, donde la sustancia está prohibida pero sigue circulando en medicamentos de uso corriente. Ricardo Ravello –uno de los expertos mexicanos que confirmó a Crítica de la Argentina que quien ha hecho base en el país es el cartel de Sinaloa– explicó que en su país el boom de la industria farmacéutica permite medir la del narcotráfico: “Para entender el nuevo escenario es clave el boom farmacéutico.
Al escasear la efedrina pasa que, por ejemplo, una ciudad se ve plagada de farmacias. Como el narco opera en celulas, esas células adquieren los medicamentos y le extraen la efedrina”.
En estas pampas ya ocurre igual. El testimonio de Albornoz, el remisero, llevó al juez Faggionatto Márquez a la farmacia Lancestremere, en Sarmiento y Talcahuano, donde fueron detenidos Marcos Frydman y su ex mujer, Ana María Nahmod, quienes al cierre de esta edición continuaban prestando declaración. Allí es donde los mexicanos se habrían surtido del medicamento que fue encontrado en la quinta de Pilar, Lodratadina Plus, del laboratorio Northia, un descongestivo que dilata los bronquios.
El remisero explicó cómo convertían las pastillas en un líquido posible de disimular como vino blanco (ver recuadro). Para envasarlo se les ocurrió hacerlo en las botellas más grandes del mercado: eligieron un vino común, comprable en cualquier almacén de Pilar, el Viñas de Balbo de litro y medio.
En el juzgado después de la declaración del remisero –que fue dejado en libertad tras permanecer “arrestado” por unas horas– explicaron: “Cada botella luego rinde aproximadamente un kilo de efedrina. Lo que impresiona es que usando el sistema de mulas, al menos dos por día, durante 90 días, sacaron entonces entre cuatro y seis kilos por día. La cuenta da al menos una tonelada”.
EL SOMMELIER: Se conocieron en Puerto Madero. A los mexicanos les encantaba ir a comer a esa zona de la ciudad. Fernando Ventura García, un sommelier convincente, les cayó bien. Como hizo con Albornoz, don Jesús no tardó en ilusionarlo con un sueldo y promesas de buen futuro.
Al menos eso es lo que contó ayer ante los investigadores en otra larga declaración en Campana. Su nombre había aparecido en las noticias como el “testa” de Martínez. No era para menos. Reconoció que hizo de todo con su nombre para facilitarles la vida a los mexicanos. De todos esos oficios, el más sugestivo es que alquiló las oficinas de sus jefes en el Complejo Concorde de Pilar, el mismo lugar donde Sebastián Forza tenía la suya, más parecida a un bulín. Pero además Ventura compró tres líneas de Nextel, señó la casa para el laboratorio de la calle Tucumán, le puso DirecTV, una línea fija, y pusieron a su nombre la Chrysler Caravan que usaba don Jesús.
Los mexicanos que ya venían probando con éxito el transporte en botellas de Viñas de Balbo, querían pasar a envíos más rentables que las mulas. Así que lo eligieron, dijo, para comprar una bodega y exportar a México. Por eso le bancaron dos viajes a Mendoza en los que visitó candidatas a ser compradas por los mexicanos. “Jesús Martínez decía que podía pagar hasta un millón de dólares por una bodega”, contó.
De hecho, el sommelier había detectado una que estaba por ser rematada y la operación se frustró porque justo el día de la subasta el jefe Jesús había viajado a su país. En enero –el dos o tres– Ventura viajó a Guanajuato para conocer a los empresarios interesados en la operación. Llegó a León, la capital del Estado. Lo esperaba Jesús. Lo llevó hasta una casa en un country afuera de la ciudad.
“Me di cuenta de que algo raro había cuando vi que la pareja que me recibía como si fueran grandes empresarios no tenía la menor idea de vinos”, se justificó Ventura. Según su declaración el degustador viajó hacia León el dos o el tres. Su regreso fue por Mexicana el 8 de enero. Debe haber sido duro soportar la duda, las ganas de salir del negocio hasta volver. “Cuando Jesús volvió a la Argentina, Ventura le dijo que no quería trabajar más con ellos, que se abría”, confía un investigador.
Para entonces, el sommelier y el chofer se conocían. Ventura lo admitió. La diferencia entre sus historias es que Ventura despegó de la banda en enero, aterrorizado. “Jesús reaccionó muy mal. Empezaron las amenazas”, declaró. “Tú no viste nada, no sabes nada, no escuchaste nada. No te olvides que tienes familia, cabrón”, le advirtieron. Albornoz continuó hasta febrero, cuando un error en la matrix hizo que los mexicanos desarmaran el laboratorio de Pilar. Habían conseguido un cargamento de efedrina en Misiones, cerca de la Triple Frontera. Pero los paró la policía en Concepción del Uruguay y se las descubrió.
Albornoz llegó a la quinta y encontró los restos del laboratorio. Pero los mexicanos no se fueron. Alquilaron la quinta de Maschwitz, comenzaron a producir cristal meth, y consiguieron proveedores de efedrina. Es en ese punto exacto en el que podría haber comenzado a jugar el ambicioso Sebastián Forza. Pero ya está claro. La historia narco se cuenta por partes.
El sommelier y el remisero arrepentido
Iván Omar Albornoz y Fernando Ventura García entraron en el negocio tentados por el mismo sueldo: 3.000 pesos por mes, dijeron. La historia de los dos testigos que delataron al funcionamiento de los narcos mexicanos en su primera fase parece verosímil a ojos de los investigadores del juzgado federal de Campana.
Albornoz fue detenido en su casa, pero en la causa fue ingresado como “arrestado”, y no como un imputado más por haber participado de gran parte de las operaciones para sacar efedrina en botellas de vino por el aeropuerto de Ezeiza. Ventura estaba trabajando como sommelier en un crucero que había recalado en Vancouver, Canadá, cuando supo por un e-mail de su esposa que los buscaba la Justicia. Decidió colaborar y regresar de inmediato a Buenos Aires. Llegó ayer a las nueve de la mañana a Ezeiza y se entregó. Anoche le dieron la excarcelación. Quedó libre.
A los dos, según sus declaraciones, los reclutó el jefe de la célula del cartel mexicano. Al remisero lo ablandaron en varios viajes desde Pilar hacia la capital. Al catador de vinos lo sedujeron en su anterior empleo como sommelier en el restaurante Estilo Campo, de Puerto Madero, hasta donde solía manejar Albornoz. En una ciudad plagada de extranjeros con los bolsillos llenos de dólares no les resultó extraño, juran, la generosidad de sus nuevos y súbitos empleadores. Los dos gozaron del privilegio mientras pudieron. Ninguno de ellos dudó al delatar a sus ex patrones.
Preocupación en Viñas de Balbo
Fuentes del grupo vitivinícola Familia Falasco –al que pertenece el vino Viñas de Balbo y Los Haroldos– aseguraron no conocer la situación hasta el llamado de este diario. “Nos sorprende y nos genera preocupación por el daño que la mención de nuestra marca vinculada con estas operatorias pueda generarnos, ya que no tenemos nada que ver con esto”, dijo a Crítica de la Argentina un gerente de la empresa que pidió reserva de su nombre.
Cinco detenidos por cocaína
Cinco hombres –dos empleados de Migraciones, dos ciudadanos chilenos y otro argentino– fueron detenidos en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en un operativo en el que además fueron secuestrados cuatro kilos de cocaína. “Estas personas podrían formar parte de una banda de narcos con ramificaciones importantes en el país y en el exterior”, dijeron fuentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria.
Cómo es el proceso
Un experto en precursores químicos que pidió no ser mencionado explicó con lujo de detalles cómo se efectúa el proceso que permitió a los narcos traficar la seudoefedrina en botellas de vino:
–Primero se licuan las pastillas y se filtran con agua caliente, como si se tratara de café. Ese líquido es la seudoefedrina pura.
–Luego se provoca una reacción química mediante el agregado de yodo, fósforo rojo y litio, con lo que se obtiene el “aceite de metanfetamina” o “metanfetamina base”, un líquido espeso de color ligeramente amarillo, que se introduce en las botellas.
–Una vez en el destino, se introduce sal de mesa y ácido clorhídrico dentro de una garrafa. Se provoca otra reacción química y se obtiene un gas.
–Mediante una manguera, o “gaseador”, se mete el gas a presión en el líquido y se procede a cristalizar la metanfetamina, que luego se fracciona y se comercializa.
