El rumbo de la oposición

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Por Ricardo Gil Lavedra, presidente del bloque de diputados nacionales UCR.

Diario Perfil – Hacer visibles nuestras posiciones divergentes con las del Gobierno nacional no es fácil para quienes tenemos responsabilidad política. Es un enorme desafío confrontar al repetido latiguillo de la invisibilidad o, peor aún, la inexistencia de una oposición, repetido por la prensa oficial y no oficial, como si fuera una síntesis lúcida del avance sin obstáculo de las políticas del Gobierno.

Hay un error en la simplificación grosera del tema y un riesgo en confundir la visibilidad de una opción con su existencia. Sin eludir los errores que caben a quienes pretendemos construir caminos alternativos, quiero debatir nuestro lugar y los rumbos posibles.

La visibilidad de una alternativa reclama revisar los medios y herramientas de comunicación de la acción política. Hoy padecemos una fuerte distorsión del espectro. Los programas partidarios en los medios públicos son presentados –y percibidos por algunos– como el reverdecer de la política, sufrimos un reparto discrecional de la pauta publicitaria oficial, incluso, desobedeciendo decisiones de la propia Corte Suprema, la presentación de actos del Estado como propios del Gobierno es moneda corriente y la presidencia hace un uso desmedido de la cadena oficial y de sus discursos, con alusiones personales a opositores y periodistas, en claros contextos de desigualdad de armas. A ello se suma una política gubernamental activa que asocia cualquier propuesta alternativa a la supuesta agenda de algunos medios que el Gobierno ataca.

Los medios no oficialistas, arrinconados por la persecución estatal, parten de la indemostrable premisa de que sólo la unión de todo el arco opositor puede enfrentar al Gobierno, despreocupándose de la dificultad de reunir espacios políticos con diferencias ideológicas, y del interrogante sobre una eventual gobernabilidad futura. Para azuzar esta forzosa convergencia, se solazan con peleas internas o con la o fragmentación de la oposición, y terminan usando el mismo discurso del oficialismo.

Además, partimos de una situación estructural de debilidad. Tenemos un sistema de fuerte presidencialismo, el Ejecutivo nacional administra y ejecuta casi la totalidad de la torta del presupuesto público, y el federalismo estilo K es bueno para recortar subsidios en Buenos Aires, pero frustrante para discutir y reconfigurar en serio un federalismo fiscal que devuelva autonomía a las provincias. Más allá de las épicas oficialistas, quienes tenemos miradas divergentes construimos con poco, desde una posición de mayor debilidad en términos relativos y en un contexto de medios cooptados o estigmatizados por el oficialismo. La imagen de la plaza pública como foro igualitario sirve sólo como aspiración. La plaza de hoy la gerencia el Gobierno y el Gobierno ha hecho mucho por pisotear sus flores.

El voto popular ha reforzado esa escena mediática. La gran mayoría apoyó la continuidad de la Presidenta y los votos restantes no encontraron una alternativa frente al “modelo”. Nadie pudo convencer a la ciudadanía que tenía la fortaleza para cambiar las cosas.

Esta es la situación. A nosotros nos cabe el reto de producir militancia, ideas y propuestas novedosas, de entusiasmar al pueblo en la posibilidad de que otra Argentina es posible, en que podemos ser un gran país, decente, con respeto a la ley, con inclusión cierta, con trabajo y educación de calidad para todos. Enfrentamos un clima complejo, en el que debemos recuperar un espacio de representación de voces plurales que aún no hallan canales de expresión.

Pero sería un error desalentarse ante las alteraciones del terreno frente a la necesaria reflexión sobre el curso de la propia marcha. El radicalismo mantiene su vigencia parlamentaria y comunal, porque efectivamente tiene la capacidad de expresar a una pluralidad de voces disconformes, aunadas en torno a varios ideales ciudadanos. Y su vida institucional y su agenda se construyen día a día a través de infinidad de acciones y de actos de militancia, que a veces logran colar en la escena mediática y a veces no. Lo relevante, no obstante, es que existen, se conciben y forjan como alternativas políticas concretas. Nuestra obligación es producir esas propuestas, pensar en la Argentina del mañana y ofrecer políticas tangibles para su realización, confiando en la sabiduría popular de ver no sólo lo que se les muestra, y que muchas veces las transformaciones sociales se van gestando de modo subterráneo, invisible a los ojos, hasta que irrumpen súbitamente en el escenario político.

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