El ciudadano presidente

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Por Jairo

LaNación.com.ar  – En 1982, el breve paso de Raúl Alfonsín por París despertó una gran expectativa entre los argentinos residentes allí. Muchos habían llegado a Francia acuciados por el fantasma del exilio, y Alfonsín, además de candidato presidencial, era cofundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos que había firmado decenas de hábeas corpus por desaparecidos en los años de la dictadura.

Los medios franceses daban cobertura a los cambios que se avecinaban en nuestro país, y a medida que se acercaba la fecha de las elecciones algunos compatriotas soñaban ya con un eventual retorno. El resultado electoral sorprendió a los militantes peronistas residentes en París, que daban por descontado un triunfo de su partido. Esto creó cierta confusión y hasta modificó conductas. Después de todo, Alfonsín había logrado lo que nadie antes: derrotar al peronismo en una elección libre y sin prescripciones.

Alfonsín no es, como dicen algunos, el padre de la democracia; pero es el hombre símbolo de la libertad y la paz que esa democracia representa; el que nos hizo sentir que podíamos ser mejores, más tolerantes y solidarios; el mismo que durante sus años en la jefatura del Estado, más allá de errores o desaciertos de gestión, debió bregar con una oposición desleal y yo diría que hasta indigna de ese nombre; con sindicatos verticalistas que paralizaron el país cuantas veces les dio la gana y con unos fundamentalistas carapintada, empeñados en hacer valer el credo de su menosprecio por la ética y el pensamiento.

Hace poco tiempo, fui invitado a cantar el Himno en un homenaje que el gobierno bonaerense le tributó en el Teatro Argentino, de La Plata. Ese día le oí decir: "En Latinoamérica, no saber distinguir entre democracia y dictadura es no saber distinguir entre la vida y la muerte".

Por las circunstancias que la precedieron, la primavera del 83 es irrepetible. Alfonsín dijo entonces que con la democracia se educa y se come, y yo le creí, como también le creí cuando dijo que la Argentina necesitaba una revolución educativa. El 26 de octubre de 1983 se hizo el acto de cierre de campaña de la UCR en Buenos Aires. Fue en el Obelisco. "¡Se va a acabar,/se va a acabar,/la dictadura militar!" Era la consigna coreada al unísono por la multitud. Ese día canté, por primera vez, "Venceremos": "No tenemos miedo/no tendremos miedo nunca más/quiero que mi país sea feliz/con amor y libertad". Cada vez que escucho o leo esas palabras, las asocio a la figura de Raúl Alfonsín, el ciudadano presidente.

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