El Gobierno con una nueva agenda económica

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Además del necesario cambio de algunos funcionarios el Gobierno debería lanzar una nueva agenda, consideran muchos economistas que, sin embargo, sostienen que no hay, en este momento grandes desequilibrios

Faltan dos años para las elecciones presidenciales de 2011. La mayoría de los economistas, empresarios y dirigentes políticos coincide en que el Gobierno deberá implementar cambios en lo económico. Justifican que las modificaciones no son sólo necesarias si el oficialismo busca verse con proyección política dentro de dos años. Hay algo más urgente y es que la economía camina directo hacia un desfiladero que podría terminar siendo demasiado riesgoso para un Gobierno debilitado. El kirchnerismo gobernó durante seis años con la economía creciendo a tasas récord y el Congreso a favor. Supo construir el poder a partir de la solidez fiscal que administró. Desde que asumió, logró algo que ningún gobierno consiguió en la Historia argentina: mantener el superávit fiscal, una balanza comercial favorable, acumular reservas y desendeudar al país. Hay quienes creen que si bien la posición de la economía sigue siendo sólida, desde hace unos meses aparecieron indicios de que podrían ir en contra de aquellos logros. La fuga de capitales de U$S 2.000 millones por mes atenta contra la estabilidad de la economía y del Gobierno, coinciden especialistas. Hay dos visiones sobre la situación actual. Una de ellas sostiene que hay tres variables económicas fuera de control. Sostienen, por ejemplo, que la inflación es alta. Mediciones privadas hablan de una tasa cercana al 15% anual. El descenso en el ritmo de incremento de los precios conseguido gracias a la recesión habría llegado a su fin, dice un trabajo de la Fundación Mediterránea esta semana. Por otra parte, la fuga de capitales no cesa desde el tercer trimestre de 2007. Si bien en octubre alcanzó su máximo (U$S 4.606 millones) y desde entonces se estabilizó en U$S 2.000 millones promedio, los expertos creen que es peligroso que el Gobierno no resuelva cuanto antes una situación así. Por último, aparece la cuestión social: los mayores precios han provocado un aumento en el número de pobres llevando la tasa de pobreza a un nivel superior al 30%. Esto dio inicio a un proceso de lento deterioro en el poder adquisitivo de los trabajadores. Quienes adscriben a esta visión también ponen en duda un punto que los más optimistas esgrimen por estos días: no está dicho que la Argentina vaya a rebotar como consecuencia de la recuperación de la economía mundial. En el mundo se está viendo otra vez el fenómeno de que los capitales están yendo hacia las economías emergentes y el país está lejos de verse beneficiado por ello. En mayo, Brasil registró por primera vez en doce meses una entrada neta de capitales. La Argentina tuvo una salida de U$S 1.400 millones.

La otra visión

Sin embargo no todos creen que la economía está fuera de control. Resulta una visión exagerada para un país con reservas por U$S 47.000 millones y un superávit comercial de de U$S 13.000 millones. Si se mira hacia delante, se observa que los mayores precios de las commodities sostendrán una recuperación que comenzó unos meses atrás y que, esta semana, el índice líder de la UTDT confirmó por tercer mes consecutivo. El Gobierno no necesita un programa económico, matizan los menos pesimistas, pero sí necesita definir una agenda y generar un cambio de nombre en algunos ministerios. Uno de los temas es el crecimiento del gasto. Las erogaciones han tenido una evolución en los últimos meses que es insostenible. El superávit fiscal cayó 65% con respecto al año pasado. Alrededor de la cuestión fiscal se abrirá todo un debate en el Congreso sobre las necesidades del Gobierno de contar con instrumentos que fueron clave en estos años para subir la recaudación. Todo indica que el ajuste sobre los subsidios seguirá avanzando en los próximos meses y como contrapartida habrá un ajuste en las tarifas de los servicios públicos. Ello, y un nuevo perfil en la intervención de la Secretaría de Comercio, contribuiría a que la relación Gobierno- empresas tome un nuevo giro. El Gobierno podría contribuir con algún gesto como sería vender –a un precio mayor que el de mercado– las acciones de empresas que posee tras la reforma previsional del año pasado. Las firmas lo verían como un avance y no dudarían en comprarlas. Devolverle la credibilidad al INDEC es otro tema clave aunque la Presidenta lo haya desechado en su conferencia de prensa posterior a las elecciones.

Nombres

Respecto a los nombres que se barajan para suceder a Carlos Fernández en el Ministerio de Economía, responden a un mismo objetivo: darle un perfil más alto al Palacio de Hacienda. El nuevo funcionario probablemente sea testigo de un nuevo acercamiento de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional. El Gobierno ya ha dicho que no piensa encarar este período yendo en contra de sus convicciones. Pero lo cierto es que el FMI cambió y Cristina Fernández de Kirchner dijo en la semana que va entusiasmada a Pittsburgh, en septiembre próximo (se hará allí la reunión del G-20). También se busca de dotar al Ministerio del Interior de un mayor diálogo político con los gobernadores y el Congreso. La actividad legislativa será intensa en los próximos dos años y el Gobierno necesitará de un mayor diálogo que el mostrado desde 2003. Pero muchos economistas sostienen que además de cambio de nombres hace falta poner en marcha una nueva agenda. Sostienen que no se puede hacer la plancha y dejar todo como está aunque nadie piense que puede haber problemas significativos. Eso sería consecuencia tanto de algunos datos económicos –las reservas y el superávit comercial– como políticos porque todos los presidenciables que quedaron luego del 28 de junio generan confianza entre los sectores productivos. Sería ingenuo suponer que el Gobierno está dispuesto a hacer un cambio drástico pero hay muchas cosas que puede mejorar aun manteniendo algunas decisiones a las que considera que no puede renunciar.

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