Democracia 3D
Por Juan Francisco Nosiglia, legislador de la Ciudad de Buenos Aires electo.
3 décadas atrás los argentinos decidimos refundar nuestra república, después de años de interrupciones y golpes militares, y consolidando la democracia como sistema para organizar nuestra sociedad.
El balance de estos 30 años es dispar, pero lo cierto es que el desafío más importante que tenía el Gobierno de Raúl Alfonsín, el de que nunca más se violente la soberanía popular y construyéramos una república democrática a partir del respeto irrestricto a los derechos humanos, la reconstrucción de la verdad y el juzgamiento a los máximos responsables del terrorismo de Estado, se constituyó en un punto de inflexión que marcó para siempre la historia de la Argentina moderna.
Alfonsín abordó la tarea de impulsar la actualización ideológica del radicalismo en el marco de la democracia social; en momentos en que las ideas del neoliberalismo ya habían sido acogidas por las dictaduras latinoamericanas, por las élites conservadoras y por las grandes corporaciones económicas que veían en la nueva etapa de la globalización la oportunidad de recuperar muchos de los beneficios que los estados de bienestar habían recobrado para el financiamiento de los servicios públicos y las políticas sociales para las clases medias y populares.
Eso fue el recordado discurso de Parque Norte, que proponía el desafío de la construcción de una Argentina moderna; identificando determinadas condiciones necesarias: construir una sociedad diferente, la conquista de un lugar para la Argentina en el mundo y el cambio en la mentalidad colectiva; visualizando dificultades como la violencia de nuestra cultura política, la inflación como expresión de una sociedad facciosa, la crisis y el cambio recurrente en nuestra historia; proponiendo un camino posible, basado en una democracia participativa, una ética de la solidaridad y la modernización del Estado; sugiriendo una estrategia: la convergencia democrática.
Paradójicamente (o no) muchos de esos desafíos mantienen actualidad.Por un lado hemos avanzado en el fortalecimiento de un estado de derecho que ha sabido sostener la institucionalidad democrática en situaciones de crisis, y hemos garantizado también numerosos derechos a partir de esa refundación.
Por otro lado,entre las principales asignaturas pendientes, podemos mencionar: 1. la consolidación de un modelo económico de desarrollo consistente a partir de nuestras ventajas competitivas para insertarnos en el mundo, agregando gradualmente eslabones a la cadena de valor e invirtiendo en conocimiento y tecnología para hacer más competitiva la industria nacional, generando empleo y apostando por las economías regionales y la pequeña y mediana empresa; y 2. el fortalecimiento de un Estado cada vez más eficiente (y no necesariamente más grande) en la generación de políticas de construcción de ciudadanía e inclusión social y que garantice servicios públicos de calidad.
Si la calidad de la educación pública está en crisis, el acceso a la vivienda excluye a miles de familias, el sistema de salud colapsa y se fragmenta, el narcotráfico avanza,los ferrocarriles chocan, funcionarios se enriquecen, el empleo informal predomina y más de 10 millones de personas viven debajo de la línea de pobreza a pesar del crecimiento económico -con cerca de 1 millón de chicos que no estudia ni trabaja- evidentemente hay que cambiar.
Hay 3 dimensiones para imaginar los desafíos de la democracia que viene, que se inscriben en la línea del proyecto que inauguramos el 30 de octubre del 83:
– la reevolución a favor de la ética republicana, eligiendo dirigentes honestos, con más transparencia y control, eliminando la discrecionalidad, haciendo cumplir la ley con una justicia más eficiente.
– la ampliación de la democracia, con más participación popular, abriendo los partidos, utilizando los nuevos canales de comunicación, innovando en la construcción de instituciones modernas, superando la visión gerencial de la política y apostando por la descentralización.
– la lucha contra la deuda social, la redistribución del ingreso, la recuperación de una educación pública de excelencia, la universalización de las políticas sociales, la reforma tributaria para hacer más progresivo el sistema.
La joven democracia Argentina se encuentra en ese lapso entre la infancia y la madurez, cuando comprendemos la diferencia entre una buena política en el largo plazo o una decisión efectista hoy pero con costos en el tiempo.
Y hoy es el tiempo de otra gran convergencia democrática como la que convocó el radicalismo de la mano de Alfonsín en el 83, como las que se conformaron con éxito en Uruguay, Chile o Brasil;de una coalición política que se comprometa con el largo plazo, que priorice valores, que se proponga un País más previsible.
La democracia es esfuerzo cotidiano, es constancia y coherencia para comprender que no hay recetas mágicas, hay un camino por recorrer: el de la participación y la urgente necesidad de construir un futuro comúnpara que la Argentina se desarrolle con inclusión e igualdad.
