Copar las empresas
Por Pepe Eliaschev
Perfil.com – Tras un nuevo fin de semana de jolgorio vacacional y absoluta trasgresión del sentido más elemental de una efeméride –puesto que ahora el Día de la Bandera se celebra cinco días antes de lo que corresponde-, los medios y la opinión pública reciben, ya casi sin sorpresa ,la noticia de que, en definitiva, lo que subyace en las estrategias del gobierno kirchnerista es ir por empresas, y avanzar en la creación de un fuerte núcleo de poder, que consolidaría una especie de burguesía burocrática estatal-oficial.
Lo que informan los medios, y no consiguen desmentir el Gobierno ni las propias empresas, es que por lo menos dos grandes compañías en donde hace ya mucho tiempo se ha advertido el apetito oficial -Telecom e YPF-, serían el objetivo de nuevos avances y nuevos intentos por el poder estatal para posicionarse en lo que claramente es, a estas alturas, una fuerte ofensiva para crear un capitalismo de Estado, en alianza con determinados socios debidamente preseleccionados.
Lo cierto es que este fenómeno está consolidando una presunción que hace años se venía manejando, y que en la última época, a partir sobre todo de la crisis financiera internacional de 2008, comenzó a hacerse carne.
Si desde el comienzo de su gestión el gobierno de Kirchner se caracterizó por una instalación pura y dura en el meollo del mundo empresario; y si su relación con Hugo Chávez -aún cuando no admita paralelismos ideológicos literales- mucho tiene de empatía natural y clara simpatía hacia las posiciones que él encarna, ha sido en esta última época en donde los pasos concretos dados por la administración Kirchner -ya sea en la etapa de Néstor Presidente, como en la de Cristina, actualmente Presidenta-, se han ido caracterizando por enunciar y llevar a la práctica el criterio de que el Gobierno, y particularmente el equipo político que ocupa el Gobierno, quiere avanzar y va a hacerlo en un entramado con empresas formalmente privadas, pero en cuyo accionar el Estado incide de manera directa.
La idea que se ha venido patentizando es que ese rol del Estado, que Cristina Kirchner acaba de elogiar en su rápido viaje a Ginebra, se concreta no solamente en términos regulatorios, permitiendo un libre desarrollo de las fuerzas privadas, sino -de manera sustancial- a través de un posicionamiento que implica avanzar sobre el patrimonio de esas empresas.
“Estatizar”, “argentinizar”, o “nacionalizar”, son palabras propicias para el debate semántico. Pero en definitiva, ya sea a través de la presencia de funcionarios del Estado en sociedades anónimas, en directorios, y en general en la construcción de una red de condicionamientos que convierte a las empresas privadas en socias vasallas del Gobierno, lo que demuestra es una línea ideológica que habrá de intensificarse, seguramente, a partir de la madrugada del 29 de junio.
Hay que tomarlo con toda seriedad y con toda consideración. El kirchnerismo viene desplegando claramente una estrategia y actitudes tácticas que demuestran su extraordinaria convergencia de posiciones con el modelo de la Rusia de Vladimir Putin: un estado todopoderoso, y empresas privadas que solamente podrían sobrevivir si están efectivamente subordinadas al poder político del Estado.
