Cinco tesis sobre Alfonsín
Por Pablo de Biase
SUBTÍTULO: La república mediática es la mortaja de los partidos políticos
La dirección del megagrupo comunicacional decidió que Alfonsín, el enemigo de ayer, era un prócer, y así lo instituyó unos días antes de su muerte. ¡Total! Desde el olimpo no iba a poder objetar todos los montajes materiales y simbólicos que mostraran, por ejemplo, a Cobos como el heredero “institucional”, y al nuevo “padre de la patria” como fuente y garante de esta nueva dignidad del Vicepresidente. Si una imagen vale mil palabras, una edición prolija, con algún toque hardcore, ¡ni hablar! Que se ocupen de las palabras las pandillas universitarias marginales. Que piensen, por ejemplo, que quien vuelve a su bando primigenio, en una contienda, trae en sus alforjas, cuanto menos, el estigma de la doble traición: la originaria y la reciente. Que piensen, nomás. “LA” gente de verdad piensa otra cosa, ve otra cosa y hasta lee otra cosa. Es decir, se procura que piense, vea y lea lo mismo. En este caso, que Alfonsín, el nuevo padre de la patria, hizo de Cobos, el líder “institucional” del radicalismo, uno de sus herederos. Para “restaurar” todos los poderes corporativos que hagan falta, por supuesto, y convocar a los mejores para “innovar juntos”.
PRIMERA TESIS SOBRE ALFONSIN: LA REPUBLICA MEDIATICA ES UNA CORAZA PARA UNA DEMOCRACIA DE PARTIDOS ORGANIZADOS Y CON IDEAS.
Nota. Progres y conservadores evocaron profusamente el episodio en la capilla Stella Maris, de la Marina, con el vicario castrense Medina, a quien Alfonsín desalojó del púlpito para contestarle su prédica antidemocrática. Pocos recordaron que unos días antes, en conferencia de prensa en Casa Rosada, había increpado al periodista del diario Clarín Eduardo van der Kooy por la “deformación de la realidad” que, según el Presidente, hacía esa publicación. En ese entones, Van der Kooy no escribía los editoriales políticos dominicales, el encargado era Joaquín Morales Solá, quien ya por entonces gustaba de ensañarse con los gobiernos que no se postraban, sin más, ante los poderes reales. Alfonsín, en esos últimos tiempos en el gobierno, tenía una obsesión respecto de los medios, sin dudas, azuzada por los titulares “catastróficos” de Clarín y los comentarios demasiado “meandrosos” de Morales Solá: lo deseable era que Canal 13 se convirtiera en un medio de comunicación público, autónomo, pluralista en su composición y gestionado comunitariamente; lo imperativo era que no cayera en manos de los dueños de Clarín [1]. Cualquier semejanza con hechos y personajes de la realidad actual está mediada por las complejizaciones tecnológicas y las simplificaciones sociales que el reinado de aquéllas acarrea.
Cuando Alfonsín bramaba contra Morales Solá, el diario Clarín, en cualquier caso, modelaba cierta forma de pensar la realidad. Hoy, la Corporación Clarín, en cambio, milita por imponer su realidad. Cuando TN planta una cámara y dispone en derredor una ficción creíble, está construyendo (casi) la realidad misma: reproduce y hace repicar un discurso político llevado adelante por sus movileros, verdaderos militantes corporativos, tenaces e implacables, y reinterpretado con una solidez sin fisuras por los “compañeros en estudios”.
Alfonsín no se dejó tentar por los elogios desmedidos de los “enemigos” de ayer. Salvando las grandes distancias tecnológicas que median entre 1987 y 2009, la intención del Presidente Alfonsín había sido presentar un proyecto de nueva ley de radiodifusión, doctrinaria y estratégicamente muy similar al que presentó recientemente en el Congreso el gobierno de Cristina Kirchner.
SUBTÍTULO: Nunca antes de hora
En sus últimos meses de vida, Raúl Alfonsín tuvo inclinaciones místicas y a lo mejor, también tuvo visiones proféticas, pero lo que nunca dejó de sentir fueron ciertas preocupaciones políticas acuciantes cuando sentía la presencia de la muerte acercarse. A esa altura, probablemente, esas preocupaciones ya se habían transformado en mandatos que, sumados a su nueva sensibilidad espiritualista, lo conectaban con Hipólito Yrigoyen. No quería abandonarse a la paz de los sedantes ni ser excesivamente malinterpretado: debía ser muy módico en sus dichos y apariciones públicas. Ese sería su legado, al fin de cuentas.
A diferencia de Yrigoyen, no contaba con un antiguo camarada de armas revolucionarias más joven y más conservador, que mantuviera unido su partido. Lo más parecido era De la Rúa, pero nunca compartieron revoluciones ni cultivaron una relación estrecha y, además, éste todavía seguía repitiendo, con la belleza poética de El Principito, “esto no es un estudio de televisión”. Encima, mantener unido al radicalismo del siglo XXI no era tarea ni para el máximo exponente del liberalismo social que tuvo la Argentina del siglo XX. Por lo tanto, mejor no permitir ser excesivamente malinterpretado por las NICs[2]. El no diría “Rodeenlo a Marcelo”, pero tampoco daría a entender “Quédense con Cleto”. A no dudarlo.
SEGUNDA TESIS SOBRE ALFONSIN: EL BRONCE ANTICIPADO PRODUCE UN PICOR INSOPORTABLE Y DISTORSIONADOR DE LOS PROYECTOS POLITICOS.
Nota. Cuando arreciaba el discurso -Alfonsín falleció, el discurso no- sobre la necesidad de reconstruir la República y de mejorar la calidad institucional, Raúl Alfonsín sufría como pocos la balcanización de los partidos políticos: la democracia de candidatos, la profecía autorrealizada del marketing político norteamericano más ortodoxo (vender un candidato debe equivaler a vender una caja de jabón en polvo) le provocaba terror. No había partidos sólidos y, por lo tanto, la discusión sobre los proyectos de país tomaba prestados los disfraces de la farsa, de las dicotomías falsas. Sin embargo, hasta el último día, Alfonsín tuvo claro que EL modelo que siempre defendió con tosudez de gallego y luchó por implementar con miras a una democracia real como carnadura insoslayable de cualquier república, es aquél que defiende el desarrollo industrial, un mercado interno fuerte y que integra socialmente. Es el modelo que intentó implementar, y que resignificó en clave socialdemócrata, cuando le tocó gobernar. Como presidente votado por el 53 por ciento, en 1983, pero también como “vicepresidente virtual en las sombras” de Eduardo Duhalde, cuando acompañó la gestión presidencial que suplantó y terminó el mandato del último gobierno neoliberal (que encabezó su partido, aunque él nunca acompañó con demasiado entusiasmo a De la Rúa). Con más entusiasmo, sin dudas, acompañó el proyecto que comenzó con Duhalde hace más de siete años y que, con dificultades y muchos –demasiados- desórdenes de superficie, continúa hasta el presente. ¿O, por qué, el último candidato presidencial del radicalismo fue Roberto Lavagna, ex ministro de Economía de Duhalde y de Kirchner, y ex secretario de Industria de Alfonsín?
En sus últimos días, el Presidente Alfonsín no se dejó tentar por la sabrosa manzana de la corporación mediática, por los laureles prematuros que van en la tapa del cajón. Nunca salió a apoyar ninguna manifestación política que implicara la abolición de la defensa de la industria, la recuperación del patrimonio nacional o la acumulación de divisas por parte del Estado, ni mucho menos, que pretendiera socavar los frágiles cimientos de la política “redistributiva” en curso. Ni mucho menos todavía, que sugiriera un retorno programático del radicalismo al agrarismo pueril de las dos primeras décadas del siglo XX.
SUBTÍTULO: Los usos de Alfonsín
Como muy lúcidamente planteara Edgardo Mocca [3], los usos de Alfonsín servirán para defender las mejores y las peores causas, según los valores y los intereses de cada quien. Ahora, también es cierto que los usos pornográficos e indiscriminados de ciertas figuras suelen ser rectificados por las generaciones siguientes y, sobre todo, tienen límites que ni los más inescrupulosos impunes pueden franquear. Nadie iba a utilizar a Gramsci, después de todo, para argumentar a favor del totalitarismo, aunque su concepto de democracia fuera discutible, especialmente para ciertos teólogos de la catedral comunista. Nadie utilizará a Alfonsín, tampoco, para denostar la democracia, pero sí acallarán, como bien sostiene Mocca -y hacen todo lo posible por que suceda, muchos de sus correligionarios-, el segundo gran mérito (en la disputa hegemónica actual, tanto o más importante que el de pionero de la democracia) de Alfonsín como “padre de la patria”: haberse convertido en la figura indiscutida del antineoliberalismo en la Argentina. Fue el único, durante años, que pudo traducir al lenguaje popular el daño terrible que le ocasionaría al país, y a millones de argentinos, la implantación irrestricta de los programas de reforma neoliberales.
TERCERA TESIS SOBRE ALFONSIN: NO HAY LIBERTAD SIN JUSTICIA SOCIAL, POR ESO “NUNCA MAS” DEBE PERMITIRSE EL GENOCIDIO DE LOS POBRES Y OLVIDADOS EN NOMBRE DE LIBERTADES ECONOMICAS PARA LAS CORPORACIONES FINANCIERAS.
Nota: Ya en la campaña electoral de 1983, Alfonsín puso de manifiesto su capacidad para traducir al lenguaje llano los peligros que entrañaba el por entonces nuevo liberalismo de Reagan y Thatcher para los sectores populares, en América Latina y el entonces tercer mundo. “La libertad sin justicia social”, repetía un vigoroso Alfonsín, “es la libertad del zorro libre de entrar en el gallinero libre y comerse a las gallinas libres”. Menos de una década después, cuando aquel nuevo liberalismo, era el obsceno neoliberalismo que desmontaba pieza por pieza las estructuras de control y protección del Estado, y se corporizaba en el liderazgo derechista de Carlos Menem, Alfonsín advertía con claridad: “Esta falsa prosperidad”, advertía Alfonsín en épocas del voto licuadora, “se debe a que están malvendiendo las joyas de la abuela. Y cuando se acaben las joyas, entregarán a la abuela para que la sodomicen”.
Cuando sabía que le quedaba poco tiempo de vida, el Presidente Alfonsín concurrió a un solo acto de homenaje y dejó un claro mensaje político respecto de los límites a las eventuales alianzas electorales que tejiera la UCR. Asistió a Casa de Gobierno al descubrimiento de un busto que representaba (con un grado de fidelidad discutible) su persona, colocado entre los Presidentes constitucionales de la Argentina. En sus palabras hubo algún regaño a la Presidenta de la Nación por la falta de consulta a otros sectores sobre ciertas medidas fundamentales que implementa o pretende implementar el gobierno (especialmente, a sectores que pueden acompañar y aportar visiones complementarias a esas medidas), o por ciertos deslices autistas (como permitir que Guillermo Moreno plantee su propia versión de la sociología y la estadística contra toda la comunidad científica), pero dejando en claro que apoyaba el modelo social (y unas cuantas concreciones) de la administración actual. Pocas horas después, emitió un comunicado donde sostenía, sin nombrarla, que la coalición neo-neoliberal de Elisa Carrió y su proyecto de restauración neoliberal-corporativa no era un interlocutor válido en la política de alianzas electorales de la UCR.
SUBTÍTULO: Incorregibles pero indispensables
Probablemente, uno de los puntos más oscuros de la trayectoria de Alfonsín esté en las dificultades que le deparó no poder terminar de compatibilizar su visión política y estratégica del peronismo con sus sentimientos más profundos.
Alfonsín saltó a la consideración pública como hombre fuerte del radicalismo por el éxito de su oposición electoral interna al balbinismo, en 1972. Pero ese éxito tuvo mucho de oportunismo antiperonista: La fórmula Alfonsín-Storani perdió las internas radicales ante Balbín-Gammond por muy pocos votos, cuando el balbinismo dominaba el fuerte aparato partidario. Esto marcó el avance de una visión más progresista del radicalismo, más integrado en la sociedad a través de sus brazos universitario y gremial; pero también expresó el descontento de los radicales más conservadores frente a La Hora del Pueblo, el pacto entre los partidos políticos para el retorno de la democracia, encarnado en el acuerdo entre Balbín y Perón.
El autoritarismo de vastos sectores de la derecha peronista y de una parte del sindicalismo era indigerible para Alfonsín. Así, muchas de sus denuncias sobre el pacto entre la conducción justicialista y el gobierno militar, por muy ciertas que fueran no dejaron de estar teñidas de un sentimiento ambiguo: si no gorila, al menos “chimpancé”. En la gestión de gobierno, y en la oposición, sin embargo, Alfonsín tuvo una relación de aceptación y cambio con el peronismo, con un fuerte componente especular y ejemplarizador que constituyó un gran aporte para la democracia argentina.
CUARTA TESIS SOBRE ALFONSIN: SU LIDERAZGO EN EL RADICALISMO PERMITIO LA INCOPORACION ABSOLUTA DEL PERONISMO EN LA VIDA DEMOCRATICA DE LA REPUBLICA, MAS ALLA DE LAS DUDAS Y SENTIMIENTOS ENCONTRADOS DEL PROPIO EX PRESIDENTE.
Nota: La propia prédica democrática de Alfonsín tuvo efectos benéficos en el peronismo, provocando y estimulando el surgimiento de la Renovación. La incorporación de un sindicalista peronista en el ministerio de Trabajo cuando estuvo en el gobierno, y una oposición ni golpista ni destituyente por parte de la UCR mientras ésta estuvo bajo el ala de Alfonsín, son el mejor testimonio de la aceptación difícil pero pragmática del peronismo como parte fundamental de la vida democrática argentina por parte del Presidente Alfonsín.
SUBTÍTULO: La juventud y las utopías convocantes
Las organizaciones juveniles y los cuadros partidarios jóvenes surgidos de éstas marcaron el estilo de gobierno y de militancia del Presidente Alfonsín. La apelación a los derechos humanos, a la construcción de una vida mejor en democracia y a la necesidad de una juventud que encarnara la superación de los viejos eslóganes caracterizaron la campaña electoral y el tramo más significativo del gobierno de Alfonsín.
Sin la juventud volcada en las calles, Alfonsín no hubiera podido derrotar la alianza tácita entre la censura militar y las maquinarias electorales del sindicalismo ortodoxo (ortodoxia que poco tenía que ver con el pintoresquismo de Moyano; aquí ortodoxia significaba ideología franquista, verticalismo antidemocrático y prácticas políticas violentas y poco respetuosas de las particularidades ajenas). “Somos la vida” fue el leit-motiv de la juventud radical alfonsinista, que durante varios años representó un sentir juvenil mayoritario.
QUINTA TESIS SOBRE ALFONSIN: PARA LLEVAR ADELANTE UN PROYECTO DE TRANSFORMACION POLITICA Y SOCIAL ES VITAL LA PARTICIPACION MAYORITARIA Y DECIDIDA DE LA JUVENTUD.
Nota: Si la rabia clasista y el miedo existencial se aúnan, los medios hacen el resto. Cuando los nuevos jóvenes y adolescentes de los guetos del Gran Buenos Aires asesinan adultos a quemarropa con armas de guerra, y los nuevos jóvenes y adolescentes de las clases medias urbanas en equilibrio precario sobre la línea de inclusión dicen “negros” o “villeros” como si dijeran “cordobeses”, los proyectos de redistribución del ingreso y de inclusión social están en problemas.
La imposibilidad de vertebrar la utopía convocante de la juventud es el mayor límite político del presente a cualquier proyecto transformador, si nos tomamos el mínimo tiempo de la sociología. La utopía es marca registrada del mercado y frente a eso, el Estado tiene que oponer discursos mucho más potentes que los que agradan a los viejos compañeros de ruta.
[1] En aquel tiempo, me tocó participar como asesor en la comisión de medios del Consejo para la Consolidación de la Democracia, que redactó un proyecto de nueva ley de radiodifusión a pedido del Presidente Alfonsín. En dicho proyecto, se recomendaba, ciertamente, que Canal 13 fuera un canal público, gestionado comunitariamente, pero recuerdo vivamente cómo los consejeros que trataban este tema con el Presidente insistían en la verdadera obsesión que tenía Alfonsín con el poder de Clarín, y con el poder que tendría en el futuro.
[2] Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación.
[3] Revista Debate, 9 de abril de 2009.
